De nuevo, un dilema que azota a la sociedad: ¿Qué hay que anteponer? ¿La industria con sus respectivos beneficios económicos y maleficios contaminantes, o el vigor medioambiental de una región con sus respectivos beneficios saludables y sus maleficios económicos?
Se debate un nuevo conflicto en Andalucía. Fertiberia, una empresa que se dedica a la producción de fertilizantes a gran escala, ha colmado la paciencia del Ministerio de Medio Ambiente. Ha acumulado unos 70 millones de toneladas de fosfoyesos (residuos radiactivos) en las marismas del río Tinto. Una zona muy cercana a la capital de la provincia. La dirección general de Costas ordena que paralice el vertido de forma inmediata, ya que va en contra de una sentencia de la Audiencia Nacional y de importantes grupos ecologistas.
El director de Fertiberia, rechaza absolutamente el cese de vertido; afirma que, primero ha de actuar el Supremo, sería imprudente, según él mismo, cerrar ahora porque piensa que el Tribunal fallará a favor de la empresa.
Además, la dirección general de Costas, le otorga dos meses para que presenten un plan de regeneración ambiental. Este problema viene de hace ya varios años. En 2003, el Ministerio imputó que la empresa incumplía con creces la política de apilar residuos. En 2007, la Audiencia Nacional dio la razón a Medio Ambiente.
Tras tanto barullo judicial, nos encontramos en una situación en la que el Gobierno reclama a la empresa un plan para reducir progresivamente el vertido, al que adjunto, ha de ir otro plan de regeneración de la zona. La misma empresa se defiende con que el cese del vertido supondrá un importante quebranto económico. Por otro lado, Costas achaca a Fertiberia, que la justificación económica no se puede considerar suficiente. Ante toda la burocracia, se encuentra un importante número de trabajadores, una importante cantidad de residuos, y unos importantes beneficios económicos. ¿Se podrá solucionar el problema sin que ningún sector de éste mismo se vea afectado negativamente? Personalmente creo, que en esta reyerta habrá más perjudicados que beneficiados, y es que siempre se toma el camino más fácil, y éste, no siempre es el mejor.
Se debate un nuevo conflicto en Andalucía. Fertiberia, una empresa que se dedica a la producción de fertilizantes a gran escala, ha colmado la paciencia del Ministerio de Medio Ambiente. Ha acumulado unos 70 millones de toneladas de fosfoyesos (residuos radiactivos) en las marismas del río Tinto. Una zona muy cercana a la capital de la provincia. La dirección general de Costas ordena que paralice el vertido de forma inmediata, ya que va en contra de una sentencia de la Audiencia Nacional y de importantes grupos ecologistas.
El director de Fertiberia, rechaza absolutamente el cese de vertido; afirma que, primero ha de actuar el Supremo, sería imprudente, según él mismo, cerrar ahora porque piensa que el Tribunal fallará a favor de la empresa.
Además, la dirección general de Costas, le otorga dos meses para que presenten un plan de regeneración ambiental. Este problema viene de hace ya varios años. En 2003, el Ministerio imputó que la empresa incumplía con creces la política de apilar residuos. En 2007, la Audiencia Nacional dio la razón a Medio Ambiente.
Tras tanto barullo judicial, nos encontramos en una situación en la que el Gobierno reclama a la empresa un plan para reducir progresivamente el vertido, al que adjunto, ha de ir otro plan de regeneración de la zona. La misma empresa se defiende con que el cese del vertido supondrá un importante quebranto económico. Por otro lado, Costas achaca a Fertiberia, que la justificación económica no se puede considerar suficiente. Ante toda la burocracia, se encuentra un importante número de trabajadores, una importante cantidad de residuos, y unos importantes beneficios económicos. ¿Se podrá solucionar el problema sin que ningún sector de éste mismo se vea afectado negativamente? Personalmente creo, que en esta reyerta habrá más perjudicados que beneficiados, y es que siempre se toma el camino más fácil, y éste, no siempre es el mejor.
Jesús Pachón.
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