domingo, 10 de octubre de 2021

DINOSAURIOS, ASTEROIDES Y ACTITUD CIENTÍFICA /DINOSAURS, ASTEROIDS AND SCIENTIFIC ATTITUDE

 


As we showed in our last entry, there is no scientific method at all. However, there are some rules and attitudes concerning Science. The most important one might be some kind of 'scientific attitude', consisting mainly of an extreme respect towards the empirical evidence.

Hace pocos días decíamos que no existe un método científico unificado, al estilo de una receta de cocina o de un algoritmo cerrado. Sí que existen pautas metodológicas, pero plurales y flexibles.  Si estamos de acuerdo con esta afirmación, admitiremos también que la Ciencia no puede diferenciarse de otras actividades humanas por su método, o no solamente por él.

¿Cómo podemos caracterizar las ciencias y diferenciarlas de otros campos del conocimiento? Este es el llamado “problema de la demarcación” en su versión actualizada.

Durante el último siglo se han dado muchas respuestas a este interrogante. Unas han resistido la crítica mejor que otras.  En primer lugar, me referiré a la de Popper: el falsacionismo.

Según Popper, basándose en las leyes de la lógica no es posible demostrar la verdad de una hipótesis, pero sí demostrar su falsedad. Entendemos aquí falsedad como desacuerdo de la hipótesis o sus consecuencias con los datos de la experiencia.

En realidad, esto de falsear una hipótesis suena demasiado fuerte. Habría que hablar, más bien, de “falta de evidencias empíricas que respalden la hipótesis”, o de “menor capacidad que otras hipótesis  para explicar fenómenos empíricos”. Además, tomado en sentido estricto, el criterio popperiano nos llevaría a aceptar como científicas actividades como la astrología o la búsqueda del yeti, algo que choca con nuestras ideas más arraigadas sobre la ciencia.

Volvamos, pues, a la pregunta anterior. Sin olvidar la sugerente propuesta de Popper, necesitamos un criterio o conjunto de criterios que nos permita distinguir entre ciencias propiamente dichas, actividades no estrictamente científicas pero más o menos racionales (filosofía, literatura, etc.)  y pseudociencias que intentan simular lo que no son.

Para ello, me ha parecido interesante difundir la propuesta de Lee McIntyre, desarrollada en su libro La actitud científica[1]. Según este autor, lo que caracterizaría a las ciencias y a quienes las practican, es una determinada actitud, que podríamos resumir de la siguiente manera:

1.- Una preocupación central por la evidencia científica, es decir, por el conjunto de datos experimentales relativos a un determinado fenómeno natural.

2.- La disposición a cambiar nuestras hipótesis y teorías si las evidencias empíricas lo sugieren.

Lo anterior no es incompatible con la existencia de consideraciones extraempíricas.  Desde Thomas Kuhn para acá, todo el mundo sabe que en la Ciencia también existen modas. Sin embargo, estas deben ceder paso a la evidencia empírica para explicar las causas de un fenómeno. Por ejemplo, desde que se ha generalizado la conciencia de la problemática ambiental, los paleontólogos interpretan muchas extinciones pretéritas como crisis ambientales desencadenadas por cambios climáticos y /o atmósféricos. Pero esto no elimina la necesidad de que estas hipótesis “ambientales” se apoyen en evidencias empíricas.

En este sentido, las hipótesis de los Álvarez (Walter y Luis) sobre las causas de la extinción cretácica sostiene que fue el impacto de un asteroide de unos 10 km de diámetro el que provocó un cambio climático similar al que produciría una gran deflagración nuclear. Esto, a su vez, desencadenó una de las mayores extinciones masivas en la historia de la Tierra, que afectó a dinosaurios, ammonites y muchos otros animales.

No es difícil rastrear en esta hipótesis la huella de fenómenos actuales, como el cambio climático o el riesgo de conflicto nuclear.  Sin embargo, la comunidad científica no tomaría en serio las ideas de los Álvarez si no se hubieran encontrado las huellas de un gigantesco cráter de impacto de esa edad, así como una capa de arcillas ricas en iridio (elemento abundante en ciertos asteroides) con la misma edad de la extinción cretácica.

En resumen, si la evidencia empírica apoya la hipótesis del asteroide, poco importa que esta haya surgido impulsada por ideas actualmente muy en boga. En palabras de McIntyre, “allí donde esté disponible, la evidencia tiene que decidir la elección de una teoría científica sobre otra.”

Todo esto está muy bien (si os parece, amables lectores), pero nos queda un agujero por rellenar. ¿Qué entendemos exactamente por “evidencia”?

En nuestro próximo post hablaremos de ello.



[1] McIntyre, L.: The Scientific attitude. Defending Science from denial, fraud and pseudoscience. MIT press, 2019. Trad esp.: La actitud científica. Ed. Cátedra, Madrid, 2020.

 
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