lunes, 25 de diciembre de 2023

EXTINCIONES MASIVAS - 2 ¿DE QUÉ HABLAMOS CUANDO HABLAMOS ...? / MASS EXTINCTIONS - 2 WHAT ARE WE TALKING ABOUT ...?

 

Este es el segundo de una corta serie de artículos sobre el fascinante asunto de las grandes crisis de biodiversidad que han sacudido nuestro planeta. El público al que, en primera instancia, está destinado, es el alumnado y profesorado de Ciencias de 4ºde ESO y de Bachillerato, al que habitualmente se ha dirigido este blog. Sin embargo, no debería hacer falta añadir que espero sea de interés para otras muchas personas. Cualquier comentario o crítica será bienvenido.

This is the second of a short series of articles about the big biodiversity crisis which has shaken our planet. Its target readers are students and teachers of Upper Secondary - 15–17-year-old students. Nevertheless, it can be interesting for much more people. Any comment or criticism will be welcome.

Si nos preguntamos por las causas de las grandes crisis de biodiversidad que han asolado nuestro planeta, la respuesta en corto sería: varias. Esto suena muy perogrullesco, así que intentaré aclararlo. A menudo, nuestro cerebro se complace en buscar relaciones causa-efecto simples y fáciles de procesar. Por este motivo, cuando tratamos de desentrañar lo que hay detrás de algún fenómeno natural, hablamos con frecuencia de (y buscamos) LA CAUSA, así, en singular. Sin embargo, la naturaleza es más compleja que nuestros instrumentos cognitivos de base, y se empeña en articular fenómenos multicausales, por no hablar de las interacciones que se dan entre ellos.

Aplicando lo anterior a las extinciones masivas, podemos recordar un intento de explicación monocausal: la hipótesis Némesis popularizada en los años 80 por los paleontólogos David Raup y Jack Sepkoski. Según esta hipótesis, existe una estrella compañera de nuestro sol (Némesis) cuya órbita atraviesa periódicamente la nube de Oort, proyectando desde esta una gran cantidad de cometas y asteroides hacia el interior de nuestro sistema solar. En consecuencia, la Tierra se vería expuesta periódicamente a multitud de impactos de otros cuerpos, como el que parece que provocó la extinción del Cretácico, que acabó con los dinosaurios. Hasta ahora no se ha encontrado a Némesis, ni tampoco pruebas que apoyen esta hipótesis.

Si nos tomamos en serio la complejidad de la naturaleza y pensamos en “causas”, en plural, podemos hacer una pequeña lista de ellas. Hay tres que, solas o combinadas, aparecen siempre:

1.- El impacto de un cuerpo planetario. Las enormes nubes de polvo que alcanzarían la estratosfera perturbarían la llegada de la luz solar, alterando la luminosidad y temperatura de la superficie terrestre. Cambiarían la salinidad, el pH y la dirección de las corrientes oceánicas. Los organismos fotosintéticos se verían muy afectados y, en definitiva, el clima sufriría graves perturbaciones. El resto es fácil de imaginar.  Curiosamente, estos efectos guardan bastante semejanza con los que provocaría un conflicto nuclear masivo.

Siempre se cita la extinción masiva del Cretácico (la de los dinosaurios) como provocada por esta causa. De hecho, se ha encontrado un cráter en la península del Yucatán que parece claramente la huella del asteroide que impactó hace 65 m.a. Algunos científicos también creen que hubo uno o varios impactos tras la extinción el Pérmico (hace unos 250 m.a.), la más devastadora de todas.

La fina capa blanca que muestra el dedo corresponde 
a la arcilla que marca el límite KT (crisis cretácica
)
2.- Un gigantesco episodio de vulcanismo, o, para ser más exactos, un pulso de liberación de magma en la superficie terrestre. Lo bueno que tienen estos fenómenos geológicos – para quienes los investigan, por supuesto – es que dejan huellas de su composición, características fisicoquímicas e, incluso, fecha aproximada. Por ello, sabemos que en varios momentos de la historia, y también por diversas causas, la geosfera (la Tierra sólida) ha emitido una descomunal cantidad de magma, hasta cubrir con él enormes extensiones de terreno.

Al igual que sucede en una erupción volcánica, la lava que aflora pierde por descompresión un importante volumen de gases. Estos ascienden, arrastrando partículas de polvo, y, en ocasiones, llegan a la estratosfera, dispersándose por todo el planeta. El resultado, como es fácil de intuir, es bastante parecido al del impacto de un asteroide, aunque quizá menos brusco.

Se conocen varios mantos basálticos producidos de esta manera, y localizados en Siberia, India, Canadá, etc. El de Siberia, por su edad, parece un buen candidato para explicar (tal vez en conjunción con otros factores) la crisis del Pérmico. También la extinción de finales del Triásico, y, para algunos científicos, la del Devónico, coinciden
en el tiempo con un enorme manto basáltico. Sin embargo, el caso más interesante se plantea en el Cretácico. Hay diversas pruebas de la existencia de una enorme pluma mantélica[i] bajo lo que hoy es el Océano Pacífico, que produjo muchos y muy intensos episodios de vulcanismo al final del Cretácico. La “hipótesis magmática” se ha constituido en alternativa a la del impacto para explicar las causas de esta crisis de biodiversidad. En cualquier caso, hay que decir que no son excluyentes.

3. Un cambio climático global, producido, a su vez, por varias posibles causas: desplazamientos de continentes y océanos, cambios en los parámetros de la órbita terrestre, aumento de la concentración de gases de efecto invernadero en la atmósfera o – por qué no – las dos anteriormente explicadas.

Podría pensarse que este factor actuaría más lentamente sobre la biodiversidad. No tiene por qué ser así. Los cambios climáticos pueden desarrollarse en unos pocos cientos de años (o incluso menos, observemos el actualmente en curso). Este es un lapso de tiempo tan corto, geológicamente hablando, que puede no dejar huella en las rocas. Además, es más corto, en muchos casos, que el tiempo necesario para que los seres vivos se adapten al cambio, lo que implicaría una rápida cascada de extinciones de seres vivos.

Las crisis de biodiversidad que podrían explicarse recurriendo a cambios climáticos serían la del Ordovícico (unos 445 m.a.), la del Devónico (360 m.a.) y – al menos para muchos científicos - la tremenda crisis del Pérmico. En este último caso, se especula con la posibilidad de que la formación de un gran supercontinente (la Pangea  que propuso Wegener a comienzos del siglo XX) situado en una posición relativamente cercana al Polo Norte, aumentara el albedo terrestre, interrumpiera las corrientes oceánicas y, en consecuencia, dislocara por completo el clima de la Tierra, así como los parámetros fisicoquímicos de los océanos.

No obstante, hay varias objeciones razonables a esta hipótesis, muchas de ellas relativas a la sincronización de todos estos fenómenos, así como a las diferencias entre le Hemisferio Sur y el Hemisferio Norte. Por tanto, parece sensato suponer que, además de la formación de Pangea, otros factores actuaron simultáneamente, contribuyendo a provocar la mayor crisis de biodiversidad de la que tengamos noticia.

Rubén Nieto.

 



[i] Un gigantesco penacho de materiales calientes y plásticos que asciende lentamente desde varios cientos de kilómetros de profundidad hasta la superficie terrestre.

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