Ésta es la primera de una serie de tres entradas escritas por Jaime Quirós y Cristina Hidalgo, alumnos de la asignatura Ciencia para el Mundo Contemporáneo en el IES Ramón del Valle-Inclán, de Sevilla. En ellas se narra la primera expedición sanitaria intercontinental de la que se tiene cumplida noticia: la que entonces se llamó "Real Expedición Filantrópica de la Vacuna". Una expedición que, por una vez, no fue de conquista ni de expolio de recursos a otros pueblos, sino que tuvo como finalidad intentar detener una explosiva expansión de la viruela, llevando al Nuevo Mundo e incluso a Filipinas y China, la recién descubierta vacuna contra esta enfermedad.
En mayo de 1796, el médico inglés Edward
Jenner realizó la primera inoculación del virus de la viruela a un niño de
ocho años de edad, tratándose así de la primera vacunación contra la viruela de
la historia. Seis años después, las dramáticas consecuencias de una epidemia de
este virus en el nuevo mundo, llevaron a la Corona española a tomar la decisión
de difundir esta vacuna por todos los territorios españoles en América. Tras la
complicada organización del largo viaje,
finalmente, en noviembre de 1803, el navío María Pita partió rumbo a
Puerto Rico desde el puerto de La Coruña, constituyendo lo que se convertiría
en la primera expedición sanitaria internacional de la historia. Pero, ¿qué
ocurrió desde que se conoció la terrible situación en América hasta que la
expedición partió?, ¿cómo consiguieron transportar la vacuna durante tantos
días de navegación, en duras condiciones?...
Las huestes españolas provocaron
un gran número de muertos en territorios americanos. Pero no fueron sus armas,
sino las enfermedades que, sin saberlo, ellos transportaban, las que más
muertes provocaron. Fue sin duda el
virus de la viruela el más mortífero de todos; y es que si en esta época
sufrías un contagio, probablemente morías, quedando lisiado o incluso ciego si
tenías la suerte de sobrevivir.
Tras la experimentación de la
vacuna a manos de Edward Jenner en 1796, sus ideas se difundieron en la obra ‘Investigación sobre las causas y efectos de
la viruela’, cuya información llegó a la península en 1800. Las autoridades
locales, sensibilizadas ante una cruel
epidemia que azotaba Santa Fe de Bogotá, comenzaron a buscar soluciones
con urgencia. Pidieron opinión a los médicos de cámara de su majestad, y
tuvieron muy en cuenta el proyecto presentado por Francisco Xavier Balmis,
titulado ‘Derrotero que debe seguirse
para la propagación de la vacuna en los dominios de su majestad en América’. El
problema era cómo darle una forma administrativa adecuada.
En
1803, Carlos IV autorizó la puesta en marcha de una expedición para propagar la vacuna por todos los
territorios hispanos de ultramar: La Real Expedición Filantrópica de la Vacuna. En cuanto a su organización,
los expedicionarios irían acompañados de 22 niños que habían sido inoculados
con la vacuna aún viva en su cuerpo. Era algo único, por lo que necesitaba una
legislación y financiación peculiar. Todo lo necesario para realizar las
vacunaciones, entre lo que se incluían porciones de lienzos para las
vacunaciones, termómetros y barómetros, se adquirió en la Real Botica de
Madrid, por 90.000 reales de vellón.
Además, se incluyeron 500 ejemplares de la obra de Moreau de la Sarthe ‘Tratado histórico y práctico de la vacuna’ que
había sido traducido por Balmis del francés.
La
expedición fue muy costosa. La hacienda pública financió todos los gastos:
aquellos que se generasen durante el viaje recaerían en la metrópoli, mientras
que los gastos de manutención se costearían en América, donde las autoridades
locales pagarían a partir del ramo de los tributos de los indios o a partir de
los diezmos eclesiásticos.
Con
respecto a la legislación, los entonces ministros de Estado y de Gracia y
Justicia, Cayetano Soler y J.Antonio Caballero dotaron a la expedición de una propia
que garantizaba su éxito. Se enviaron circulares informativas a todos los
territorios por donde pasaría la expedición.
Ilusionados
ante las expectativas del épico viaje, varios sanitarios acreditados formaban
parte del grupo expedicionario. Éste tenía como director a Francisco Xavier
Balmis y como subdirector a José
Salvany, los cuales eran ayudados por M. Julián Grajales y A. Gutiérrez
Robredo. Además, también formaban parte de la tripulación varios practicantes y
enfermeros, así como el grupo de 22 niños en cuya sangre transportaban la linfa
de la vacuna, que estaban al cuidado de Isabel Sendales y Gómez, rectora de la
Casa de Expósitos de La Coruña.
De
todos estos expedicionarios, así como de su salida en noviembre de 1803 y de
las primeras fases del desarrollo de la campaña, hablaremos en la segunda parte
del artículo.
Jaime Quirós
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