Ya sé que es un tópico demasiado
burdo como para que merezca dedicarle un comentario, pero no está de más
hacerlo. Desde que llegamos a tierras suecas el pasado lunes hemos disfrutado
de una acogida inmejorable. No me ha sorprendido lo más mínimo; puesto que
todos los años vengo a esta región con un grupo de entre 20 y 30 estudiantes,
que luego reciben a sus compañeros suecos en Sevilla. Sin embargo, creo que
esta vez nuestros amigos se han superado a sí mismos. Todos –alumnos y
profesores – nos han hospedado con extrema amabilidad, nos han preparado un
programa de actividades realmente variado e interesante, han solucionado con
presteza cualquier pequeño problema que pudiéramos tener. Desde este ángulo
humano, nuestra estancia en Vaggeryd está siendo una magnífica experiencia.
En cuanto al contenido de la
primera “Fenix World Conference”,
también hay que hacer un balance claramente positivo. El simple hecho de reunir
bajo un mismo techo a estudiantes y profesores de países tan distintos como
Francia, Polonia, Japón, España, República Checa, Alemania y Kenia, ya es de
por si fuente de muy interesantes interacciones. Naturalmente, la gran estrella
del encuentro fue la delegación keniata, que desde un principio contagió su
alegría a todos los asistentes. En general, compartir ideas, ilusiones y – por
qué no – temores con gente de un origen geográfico y cultural tan variado, es
quizá la mayor aportación de este evento a nuestro aprendizaje.
¿Y qué decir de mis estudiantes? Marta, Carlos, Alfonso y Sara (por orden alfabético de
apellido, para que nadie se mosquee) han sido esforzados participantes –
tuvimos que impartir nuestro seminario cuatro
veces en dos días, sin contar el tiempo dedicado a prepararlo – y excelentes
compañeros de viaje. Lo hicieron muy bien, y obtuvieron de los asistentes
muchas merecidas felicitaciones. También
hay que destacar su excelente nivel de inglés, que seguro que ha mejorado aún
más tras una semana de práctica continua, y en muy diferentes registros. Tan
sólo me voy a permitir una pequeña y cariñosa crítica hacia ellos: me hubiera
gustado que, cada vez que terminábamos una “actuación” me hubieran ayudado a
desmontar y guardar nuestros cacharros en
lugar de salir corriendo. Pero es sólo un detalle sin importancia, je, je.
Last but not least, no puedo pasar por alto al alma mater de este
encuentro, mi amigo Raymond Pettersson.
Si alguien encarna fielmente la calidez escandinava a la que alude esta nota,
es sin duda Raymond. Eficaz como nadie en su trabajo, hábil organizador,
incansable, enérgico y delicado a la vez, Raymond me ha abierto además las
puertas de su casa y su vida familiar con un cariño y una generosidad fuera de
lo común. No me gusta repetir frases manidas, pero para expresar lo que siento
no encuentro otra mejor que decir que su amistad es para mí un gran privilegio.
El viaje está tocando a su fin y
sé que cuando volvamos no tendré mucho tiempo para escribir sobre el contenido
de la Fenix World Conference. Sin
embargo, intentaré hacer un análisis de algunos de sus más importantes
aspectos, desde el punto de vista ambiental y social. Entretanto, dejo aquí
constancia de la valoración positiva que me merece y del deseo de que podamos
participar en futuras experiencias similares.
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