Retomamos nuestra historia universal de la basura donde la habíamos dejado en el documento anterior: la famosa regla de las tres R (Reducir, Reutilizar, Reciclar), que hace un cuarto de siglo parecía resumir lo más novedoso y avanzado del pensamiento verde, pero que, a la luz de lo aprendido en estos años, necesita una actualización. Intentaremos justificar las razones que explican la actual tendencia a primar muy fuertemente la reducción en el consumo sobre la reutilización, y ésta sobre el reciclaje, sin dejar de considerar éste como positivo.
1º.- La economía contemporánea se basa en una premisa que muy pocos expertos cuestionan: para que se pueda repartir más riqueza y crezca el bienestar, el PIB ha de crecer año tras año, y eso implica que la producción de bienes y servicios debe aumentar de manera continua. Pero, si esto se cumple, también la producción de residuos aumentará de manera continua.
Contra esto se puede argumentar que es posible producir la misma cantidad de cualquier bien o servicio dejando menos residuos. Dicho de otro modo, es posible mejorar la eficiencia de cualquier proceso industrial, de transporte, etc. Un ejemplo bien conocido es el de los motores de coches y otros vehículos, que son progresivamente más eficientes, en el sentido de desarrollar las mismas prestaciones produciendo menos emisiones de gases tóxicos.
Este argumento es correcto, pero incompleto. Ciertamente, la eficiencia de los procesos industriales mejora, aunque las leyes de la termodinámica nos imponen límites: nunca se llegará a una situación de “residuos cero”. Desgraciadamente, los ahorros conseguidos con tecnologías más eficientes son contrarrestados por el aumento continuo de la producción y el consumo. Volviendo al ejemplo de los coches, y expresándolo algo toscamente, ¿De qué sirve que los nuevos motores produzcan un 30% menos de emisiones si en 10 años el parque automovilístico se duplica? Más aún, en algunas ocasiones, la mayor eficiencia en la producción de residuos puede animar a muchos particulares y empresas a producir/consumir aún más rápido, en lo que sería un nocivo “efecto bumerán”.
2º.- En cuanto a la diversidad y calidad de los residuos (sus propiedades, su toxicidad y su permanencia en el medio), veamos una lista incompleta de los muchos residuos que, por unos u otros motivos, resultan peligrosos para nuestra salud o la de los ecosistemas que conforman la biosfera:
- Residuos sólidos urbanos (RSU), las basuras de las casas y también multitud de plásticos y embalajes de pequeños comercios, escombros, residuos electrónicos e informáticos, envases que contienen metales como el Aluminio, detergentes, etc.
- Emisiones de óxidos de azufre y nitrógeno, CO y CO2, partículas sólidas en suspensión, compuestos orgánicos volátiles, etc. Todos estos residuos proceden del transporte[1] (coches, motos, autobuses, camiones, etc.) y, en menor medida, de industrias y otras actividades. En general, podemos decir que son tóxicos por inhalación, dañando el sistema respiratorio, agravando las enfermedades respiratorias – bronquitis, enfisemas, asma, alergias, etc. – hasta el extremo de adelantar el fallecimiento de muchos enfermos graves, propiciando la aparición de enfermedades cardiovasculares y, en algún que otro caso, son claramente cancerígenos. Está muy bien documentada la relación entre episodios de contaminación atmosférica intensa en grandes ciudades y aumento en el número de ingresos hospitalarios y mortalidad por las enfermedades antedichas.
- Contaminantes agrarios difusos. Son distintos tipos de residuos vertidos a las aguas de riego, acuíferos, suelos, etc. Abonos (nitratos y fosfatos) que favorecen la proliferación de bacterias y la pérdida de oxígeno disuelto en el agua (eutrofización), lo que se traduce en la desaparición de casi todos los peces, algas, grandes invertebrados, etc. Plaguicidas organoclorados como el DDT y el lindano, tan persistentes en el medio ique 30 años después de prohibirse en Europa siguen encontrándose trazas suyas en el tejido graso de los europeos. Vertidos de materia orgánica (el alpechín de las aceiteras, los purines de las granjas porcinas) que, vertidos al agua, consiguen el mismo efecto dañino que los abonos….
- Contaminantes orgánicos persistentes (COP), que, una vez vertidos al agua, aire o suelo, tardan muchísimo en descomponerse y, entretanto, pueden ejercer efectos muy tóxicos (ellos o sus derivados) sobre los seres vivos, gracias en parte a que, al ir pasando de unos organismos a otros, van aumentando su concentración en vísceras sensibles (hígado, riñón, cerebro,…) de los animales que, como nosotros, están al final de las cadenas alimenticias. Aquí se incluirían, entre otros muchos, los PCB, las dioxinas y furanos (que vieron la luz como defoliantes usados por el ejército norteamericano en Vietnam), los derivados del benceno y del fenol, algunos aditivos alimentarios, etc.
- Muy relacionados con el grupo anterior están los plásticos. Variadísimos, son expulsados como residuos en casi todos los tipos de actividad humana. En agricultura se producen multitud de plásticos de invernaderos. La industria produce aislantes y envases, que luego son desechados tras el consumo doméstico, etc. Al ser muy persistentes en el medio, sus efectos nocivos se multiplican. Ejemplo de ello son las crecientes muertes de cetáceos y grandes peces tras haber ingerido plásticos transparentes que confundieron con una presa. Una alternativa a su abandono o enterramiento es su incineración, pero ésta provoca, a su vez, la formación de dioxinas y furanos altamente tóxicos. Además, teniendo en cuenta esto, ¿qué pueblo acepta que le coloquen una incineradora en sus proximidades?
- Los metales pesados (Pb, Cd, Hg, Cu, Zn, etc.) contenidos en muchos vertidos industriales y domésticos, son extraordinariamente tóxicos para personas y animales y, además, se acumulan a lo largo de las cadenas alimenticias, por lo que concentraciones metálicas aparentemente muy bajas pueden originar verdaderos problemas de salud pública.
- Los residuos radiactivos, por supuesto, son teratógenos y cancerígenos. La actualidad nos muestra que, incluso con importantes medidas de seguridad, las centrales nucleares y otras instalaciones que manejan algunos radioisótopos (hospitales, grandes centros de salud) pueden liberarlos al medio. Una característica que los hace especialmente insidiosos es su extraordinaria persistencia, que se cuenta (si se puede) por miles de años.
- Y, naturalmente, los gases de efecto invernadero liberados a la atmósfera por la combustión en motores, etc., de derivados de carbón, petróleo y/o gas natural.
3º.-La presente lista no pretende, ni mucho menos, ser exhaustiva. Sólo busca mostrar la enorme variedad de residuos existente, tanto por su composición y origen como por sus efectos y formas de entrar y acumularse en los organismos.
Si, al mismo tiempo que constatamos lo anterior, asumimos (punto 1º) que un sistema económico basado en el crecimiento continuo a lo máximo que puede aspirar es a ralentizar el ritmo de acumulación de residuos, ¿qué consecuencias deberíamos sacar de cara a la organización de nuestra economía y nuestra sociedad?
Ciertamente, la pregunta se las trae, por sus implicaciones, y tiene mucho que ver con el debate paralelo sobre los recursos naturales, pero, también es una de las preguntas más pertinentes que como individuos y como sociedad, podemos hoy hacernos.
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