lunes, 4 de enero de 2010

FOXP2 NO ES EL GEN DEL LENGUAJE / FOXP2 IS NOT THE LANGUAGE GENE




Mucho se habla últimamente de este gen, presentándolo en algunos espacios de divulgación científica como "el gen del lenguaje". Pero el lenguaje humano es un fenómeno extraordinariamente complejo, demasiado como para ser controlado por un solo gen. Además, la propia expresión "gen del lenguaje" puede sugerir a quien la lee u oye la idea de que el lenguaje en su totalidad depende de un control genético, como el factor Rh de nuestra sangre. Sin embargo, sí hay pruebas de que este gen juega un papel muy importante en nuestra capacidad para hablar y comprender un lenguaje articulado.



FOXP2 fue descubierto al estudiar los trastornos del lenguaje que padecían varios miembros de una familia británica designada como KE, a fin de salvaguardar su privacidad. Este trastorno parecía heredarse de la misma manera en que se heredan las características controladas por un solo gen. Por otro lado, otra persona, no perteneciente a la familia KE, , presentaba un trastorno muy similar, al tiempo que parte de su cromosoma 7 estaba roto y pegado al cromosoma 5.



Esto hizo pensar que el gen (pues los datos anteriores apuntaban a que era un solo gen) responsable del trastorno debería localizarse en el cromosoma 7. Allí se buscó, y finalmente se localizó una secuencia (FOXP2) que estaba alterada en quienes padecían el trastorno antedicho.



Estudios posteriores han mostrado que FOXP2 pertenece a una familia de genes (genes FOX, de Forkhead bOX) que codifican proteínas de 80 – 100 aminoácidos. Estas proteínas son factores de transcripción, es decir, actúan como reguladores de la síntesis de ARN mensajero – y, por tanto, de proteínas - a partir de ADN. Dicho de otro modo, FOXP2 es un gen regulador, un "gen de genes", que controla la expresión de otros genes y, por tanto la manifestación o no manifestación en el individuo, de ciertas características.



Esto nos lleva a la pregunta crítica: ¿qué características hereditarias están controladas por FOXP2?



Para empezar, nos encontramos con una sorpresa. Un hecho constatado por la investigación es que nuestro gen se encuentra muy repartido por todo el Reino Animal, y su secuencia de bases varía muy poco de una especie a otra. Por ejemplo, la proteína codificada por este gen en humanos solo difiere en dos aminoácidos de su equivalente en chimpancés, y la de estos animales sólo tiene uno de diferencia (de un total de casi 100) con la del ratón. Cuando un gen es tan estable (recordemos que nuestro linaje y el de los chimpancés se separaron hace unos 6 millones de años, y la divergencia con el de los ratones se remonta a no menos de 70), hay que pensar que controla algo muy importante para la supervivencia de su portador. ¿Qué podía ser eso tan importante en animales tan diversos, y ya hace decenas de millones de años? Desde luego, no el lenguaje... aunque quizá pudiera ser algún proceso básico que, a su vez, esté en la base de varios fenómenos fisiológicos, entre ellos el lenguaje.



Segunda sorpresa: cuando se sigue la pista, mediante distintos artilugios experimentales, a la proteína codificada por FOXP2, se la encuentra en grandes cantidades en órganos tan distintos como el hígado, los pulmones, el corazón y el cerebro. Parece, pues, que nuestra suposición anterior no debe ir descaminada. Centrándonos en el cerebro, aparece en muchas regiones del mismo, algunas de las cuales (área de Broca, núcleo caudado, tálamo, córtex motor ventral) son cruciales para el lenguaje. No debemos perder de vista, sin embargo, que también aparece en regiones que, en principio, poco o nada tienen que ver con el lenguaje.



En conclusión, estamos lejos de saber cuáles son los procesos primarios controlados directamente por FOXP2. Hay importantes indicios, de que algunos de ellos afectan al lenguaje, y de que lo hacen a varios niveles: comprensión de oraciones complejas, reconocimiento de pseudopalabras (p. ej., satiscuplo en castellano), manipulación de fonemas, etc. También parece que interviene en la coordinación de los movimientos de músculos de labios, cara y boca y, por tanto, en la capacidad para articular palabras. Pero también sabemos que interviene en otros muchos procesos fisiológicos, y que no es, ni mucho menos, el único gen que participa en el control del lenguaje.



Y una última sorpresa es que, recién secuenciado el genoma de nuestros primos neandertales, nos hemos encontrado con que estos compartían con nosotros la misma secuencia de FOXP2. En el debate científico sobre si nuestros parientes evolutivos más próximos podían hablar, hay a partir de ahora un nuevo punto a favor del sí.

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