sábado, 29 de junio de 2019

APRENDIENDO A CAMBIAR EL MUNDO ENTRE TODAS - 4

Dedicado a Carola Rackete, la capitana del Sea Watch, que ha tenido el coraje de hacer en la vida real lo que nosotros aprendemos en simulación.


Hace seis años, en el marco de otra asignatura, llevé a cabo por primera vez esta experiencia con alumnado de 1º de Bachillerato (16-17 años). Durante los cursos siguientes ha habido cambios en el currículo, en el perfil de mi alumnado y en el contexto sociocultural en el que nos desenvolvemos. He tenido que metabolizar todo ello, junto con las experiencias educativas desarrolladas en este intervalo, hasta decidirme a poner en práctica nuevamente esta actividad. Los motivos que me impulsaron a hacerla seis años atrás siguen siendo igual o más válidos, así que reproduzco lo que entonces escribí:

En esos días debatimos en clase la importancia de la investigación encaminada a prevenir y curar enfermedades como la malaria, leishmaniasis, kala-azar, etc. También discutíamos el conflictivo asunto de las patentes que grandes multinacionales farmacéuticas detentan y la posible oportunidad de liberarlas para que tratamientos como los antirretrovirales contra el SIDA estén al alcance de todo el mundo. Los propios alumnos se documentaron, formularon argumentos a favor y en contra de las distintas opciones, y las debatieron ampliamente. Como veis, una asignatura peligrosa.
Pues bien, durante el desarrollo de esta actividad pude constatar algo que no era nuevo para mí, pero que en esta ocasión se presentaba ante mis ojos con especial intensidad. Me refiero al hecho de que la totalidad de mis estudiantes mostraban un total y escandaloso desconocimiento de lo que son los poderes públicos, la Administración a sus distintos niveles, y la diferencia entre ésta, las empresas privadas y los colectivos ciudadanos. Llegaban al extremo de exigirle a una asociación de vecinos lo que debería ser competencia de un ministerio, al ministerio o consejería lo propio de una empresa privada, y a ésta lo que habitualmente hace una ONG. Todas las instancias que acabo de mencionar eran vistas como parte de la misma vaga nebulosa que planea sobre sus cabezas y que podrían haber descrito como “los que mandan”, “los que tienen el dinero”, o, simplemente, “los de arriba”.
No es que este desconocimiento del mundo que les rodea me resultara nuevo. Llevo demasiados años en la enseñanza como para no conocer la mentalidad y grado de conciencia social del alumnado con el que trabajo. Sin embargo, esta vez había unas circunstancias que lo hacían especialmente llamativo. El grupo en cuestión estaba formado por jóvenes de unos 17 años, de un entorno urbano, en su mayoría hijos de funcionarios, pequeños comerciantes, técnicos especializados, etc. Además, casi todos son buenos estudiantes, están familiarizados con las nuevas tecnologías, han salido más de una vez al extranjero (participan en el programa bilingüe inglés-español de mi centro) y, lo que quizá sea más importante, tienen unas elevadas expectativas profesionales. En definitiva, lo que yo creía percibir en esos días es que estos futuros médicos, ingenieros, periodistas, enfermeros, profesores, traductores, etc. no distinguían una ONG de un Ministerio, no sabían qué puede esperarse de cada una de estas entidades y - peor aún – ni se les pasaba por la cabeza la posibilidad de agruparse en alguna asociación y  trabajar colectivamente para mejorar cualquier aspecto de nuestra vida.

En estos años son muchas las ocasiones en las que he desarrollado simulaciones y juegos de rol con mi alumnado. Durante este tiempo, he estado expuesto, como todo docente, a un continuo bombardeo de exhortaciones a educar en la “cultura emprendedora”, término de incierto significado, pero que parece asociarse a “empresario – competitivo - individualista – buscador de éxito personal”. La última granizada la he recibido de la Consejería de Educación, en forma de instrucciones para el próximo curso, que ya he comentado en las redes recientemente. Pues bien, una vez más he decidido llevar a la práctica mi particular interpretación del “espíritu emprendedor”, y me he embarcado con mis estudiantes de Cultura Científica en el diseño y creación simulada de tres ONGs.
CONTINUARÁ

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