Este artículo se ha redactado como respuesta a otro de José Antonio Pérez Ledo, publicado en eldiario.es
La cuestión de si hace falta una
asignatura de “pensamiento crítico” se inserta en un debate ya clásico en
educación: Cuando se pretende introducir nuevos valores
o actitudes, ¿creamos una asignatura nueva o
intentamos que estas novedades impregnen el currículo ya existente, algo
conocido como “enfoque transversal”?
La cuestión no es nada fácil:
existen poderosos argumentos en favor y en contra de ambas opciones. Personalmente, soy partidario de una
transversalidad muy matizada. Justificar esta opción me llevaría muy lejos.
Aquí solo apuntaré algunos elementos, a mi juicio importantes, para que cada
cual se forme su propia opinión.
1. En el actual currículo de la
ESO el alumnado padece entre 10 y 12 asignaturas por curso, la mayoría con 2 o
3 horas semanales. Cualquiera puede imaginarse que esta división, unida a las
enormes dificultades para que el profesorado pueda coordinar su trabajo, hacen
que todas ellas se banalicen y sean tratadas superficialmente. En el
Bachillerato la situación es solo un poco mejor, pero, a cambio, la presión de
la prueba de Selectividad convierte sus dos cursos en un denso “preparatorio”
de dicho examen.
En este contexto hay que valorar
la introducción de una asignatura nueva. ¿Aspiramos a tener la décima “maría”
en la ESO? ¿Qué asignatura común en Bachillerato eliminamos para introducir la
nueva? ¿Sería una optativa que no llegaría a buena parte del alumnado?
¿Entraría, por el contrario, en una prueba de Selectividad ya demasiado
recargada?
2. En muchas ocasiones se ha
identificado esa asignatura de pensamiento crítico con la ya existente
Filosofía. Siendo partidario de su permanencia en el currículo escolar, voy a
actuar como abogado del diablo. La Filosofía ha sido durante decenas de años
obligatoria en los antiguos 3º de BUP y COU, con al menos dos asignaturas de 4
horas semanales cada una, sin contar Ética optativa. Esto significa que todos
los ciudadanos españoles mayores de 30 años y con estudios medios y superiores
(probablemente algunos millones de personas) han estado expuestos en su
adolescencia a una buena dosis de Filosofía. ¿Dónde está su espíritu crítico?
¿Acaso puede detectarse en alguna manifestación de nuestra vida social? ¿No
será, más bien, que el tan cacareado espíritu crítico se introduce más a través
de una metodología crítica y racional que a través de unos determinados
contenidos?
3. Si examinamos los documentos
oficiales que desarrollan el currículo de ESO y Bachillerato, tanto los
actuales (LOMCE) como -más aún- los anteriores, nos llevaremos alguna sorpresa.
Resulta que en sus altisonantes epígrafes (objetivos, contenidos, métodos,
criterios de evaluación, etc.) aparece absolutamente TODO: contenidos
enciclopédicos, metodología activa y participativa, contraste crítico de
distintas fuentes de información, uso de debates, exposiciones, etc.,
multiplicidad de instrumentos de evaluación, más allá del clásico examen …
Insisto: se trata de la normativa oficial, que el profesorado –se supone- debe
seguir en la programación de sus clases. ¿Qué sucede entonces?
En mi opinión, sucede que la
escuela es una institución mucho más conservadora de lo que aparenta, dotada de
mucha inercia y –todo hay que decirlo- sensible a las presiones de la sociedad.
Júntese una administración que no prioriza precisamente la formación de una
ciudadanía responsablemente crítica, un profesorado formado en un contexto
diferente de aquel en que tiene que jugar, y una sociedad que cree alcanzar el
paraíso meritocrático a través de títulos y certificados. ¿Resultado? A veces
pienso que estamos demasiado bien.
4. Puestos a hablar de una
asignatura sobre pensamiento crítico, ¿qué les parecería esta? Una en la que se
enseñaría por ejemplo, la aventura, a veces dramática, de sabios como Galileo,
Darwin o Wegener, que, contra las convenciones y tradiciones de su época,
hicieron avanzar nuestra comprensión del Universo, la Tierra o la Vida. Una en
la que esto se enseñara manipulando colectivamente distintas fuentes de
información, siguiendo pautas de contraste de hipótesis, discusión y
elaboración de conclusiones similares en racionalidad a las del trabajo
científico. Una en la que se examinaran críticamente, y desde distintos
ángulos, algunos de los grandes problemas de la humanidad en los que el
conocimiento científico tiene algo que decir: el calentamiento global y sus
consecuencias, el agotamiento de los recursos naturales, las nuevas
enfermedades, la gestión del agua, las distintas fuentes de energía, la
producción y distribución de alimentos, el futuro de las nuevas tecnología, …
¿Creen que esta asignatura podría contribuir significativamente a la formación
de una mentalidad crítica entre nuestros jóvenes?
Esta asignatura existió. Se
llamaba “Ciencia para el Mundo Contemporáneo” y era obligatoria en Primero de
Bachillerato, para todas las modalidades. Duró escasamente siete años. La
instauró la penúltima reforma educativa y la eliminó de un plumazo la última.
5. Permítanme contarles una
reciente experiencia personal. Enseño, entre otras, una materia llamada
“Cultura Científica”, versión reducida (solo dos horas semanales) de la
anterior y –lo más importante- optativa que cursa solo una parte del alumnado.
Hace unos días comenzamos a desarrollar un debate estructurado (recalco lo de
“estructurado”) sobre el sistema de patentes que regula la producción mundial
de medicamentos. Los alumnos se organizaron en grupos - pequeños en una primera
fase y más grandes después – y tuvieron que estudiar ciertos documentos
proporcionados por el profesor, además de buscar otros distintos por su cuenta.
A continuación, tuvieron que preparar argumentos favorables y contrarios a
dicho sistema, para pasar a debatirlos en gran grupo con arreglo a unas
determinadas pautas. Cuando el debate finalice, tendrán que elaborar y
presentar unas conclusiones grupales y, además, escribir un corto informe
individual en el que cada uno evalúe la actividad.
No les canso con más detalles;
simplemente pregunto: ¿podemos considerar esta actividad como formación en
pensamiento crítico? La asignatura se llama “Cultura Científica”, y yo soy profesor
de Biología. Por supuesto, también podría haber resuelto el tema haciendo que
el alumnado se leyera las páginas 72 y 73 del libro de texto, o que me hicieran
un trabajito, quizá en powerpoint, que queda muy chulo. Justo lo que hace algún
profesor de Filosofía, alguno otro de Historia y otros de Biología.
En fin, como imagino se habrán
dado cuenta, el asunto es complejo y, cuando se entra en él, aparecen
inevitablemente otras cuestiones centrales del sistema educativo, que para eso
es un "sistema" formado por muchos elementos que interaccionan. Tengo la manía de
tratar el tema en relación con su contexto y con otros problemas relacionados
(una manía propia del pensamiento crítico, ya saben), y así me va.
Les deseo
unas felices y jugosas reflexiones.