sábado, 6 de julio de 2013

¿POR QUÉ HAY ALGO EN VEZ DE NADA?

El título de esta nota coincide con el de la crítica firmada por Javier Sampedro (uno de mis divulgadores científicos favoritos) y aparecida hoy  en El País acerca del libro "Un universo de la nada", de Lawrence M. Krauss, conocido cosmólogo y director del Proyecto Orígenes de la Universidad de Arizona. En palabras de Sampedro: “… expone magistralmente el inmenso avance en nuestra comprensión del mundo que han supuesto los últimos cien años de cosmología.” El libro parece, si seguimos la opinión del crítico, verdaderamente atractivo para todos los interesados en la Cosmología y, más concretamente, en el origen del universo. Yo ya lo he colocado en mi desgraciadamente larga lista de espera de lecturas próximas.
Sin embargo, lo que me ha movido a escribir estas líneas no es la publicación de esta crítica sino el lugar en que ha aparecido: el suplemento cultural y literario Babelia del diario El País (06/07/13). Este suplemento está repleto de contenidos literarios artísticos, teatrales, etc., pero no científicos. En la sección de crítica de libros, predomina la literatura, no falta el ensayo, pero es poco frecuente encontrar un libro de divulgación científica. Lo sé porque todas las semanas los busco, con la vana ilusión de que un día los responsables de Babelia sean consecuentes con la idea de que la ciencia es también cultura, idea muy repetida pero todavía raramente materializada en los medios de comunicación.
Alguien podría aducir que la ciencia ya dispone de páginas e incluso suplementos en casi todos los medios de comunicación generalistas, e incluso se podría sugerir que disponer de un espacio propio le da más realce. Estoy de acuerdo con lo primero, aunque debo añadir que la presencia de contenidos científicos en El País se ha ido reduciendo en los últimos años. Sin embargo, me preocupa que la ciencia apenas aparezca cuando se habla seriamente de cultura, al tiempo que se considera a esta última como el repertorio de producciones más elaboradas del intelecto humano, las que nos diferencian más de otros animales y, por supuesto, las más nobles y valoradas por la sociedad.
Tal vez en el fondo de esta concepción de la ciencia y la cultura se pueda encontrar una visión de la primera como un saber meramente fáctico o ligado a la manipulación de instrumentos y herramientas, y ya se sabe que para los refinados aristócratas del pensamiento, eso de mancharse las manos con cartabones, astrolabios, etc. suena a tener que ganarse la vida. La verdadera persona culta, según esta manera de verlo, debería centrarse en las humanidades y, como mucho, complementarlas con unas vagas nociones sobre el universo y la evolución, para barnizar su metafísica, que ésa sí que es cultural.
En definitiva, si la ciencia y la cultura son transmitidas por los medios de comunicación desde esta óptica, se explicaría la escasez de referencias científicas en los contenidos culturales (en el sentido antes expuesto) de dichos medios. Es por ello que me parece especialmente positivo haber encontrado esta recensión de un libro científico en las páginas de cultura de El País. Confiemos en que sea la primera de una larga lista, y, si no lo es, seguiremos insistiendo para que lo sea.

No hay comentarios:

 
Creative Commons License
Esta obra está bajo una licencia de Creative Commons