miércoles, 22 de agosto de 2012

KILLER WHALES ARE NOT KILLERS : LAS METÁFORAS EN LA COMUNICACIÓN CIENTÍFICA


Puede que sea deformación profesional. Soy biólogo por formación inicial y eso, de lo que no reniego, me puede suponer un sesgo en mi percepción de ciertos textos divulgativos. Ya me voy acostumbrando a la redundancia de expresiones como herencia genética (en un contexto de ciencias biológicas no hay otra herencia) o mutación genética (igual que en el caso anterior). Acepto, desde mucho tiempo antes, la selva amazónica como farmacia, las mitocondrias como horno o cocina y el ADN como libro, por no hablar de las abejas reinas o las hormigas obreras. Las metáforas, pleonasmos y otras figuras literarias son necesarias cuando se trata de hacer divulgación científica y, a veces, incluso en el mismo lenguaje científico. Eso no significa que todas sean igualmente afortunadas, pero, nos guste o no a quienes tenemos una formación científica de base, no podemos prescindir de ellas si queremos hacer llegar la ciencia al mayor número posible de personas.
Naturalmente, el uso de figuras literarias encierra peligros, todos ellos relacionados con la posibilidad de desvirtuar el contenido científico que se quiere transmitir. A menudo, intentando comparar un rasgo de los seres vivos con otro de las sociedades humanas (redundancia discutible esta última, pero ésa es otra cuestión) terminamos por antropomorfizar la naturaleza, otorgando calificaciones morales a acciones animales como la depredación o el parasitismo.
Estoy cansado de oír llamar asesinas a las orcas por el simple hecho de alimentarse de pingüinos. En castellano, asesinar significa “matar a una persona con premeditación y alevosía”. Las connotaciones anteriores son las que hacen que, en un contexto humano, un asesinato sea éticamente inaceptable y, por tanto, objeto de grave sanción en todos los códigos penales del mundo. No creo que la simple depredación pueda equipararse a un asesinato, por la sencilla razón de que la conducta predatoria no es una conducta a la que puedan aplicarse consideraciones éticas. ¿Son las mariquitas asesinas de pulgones? ¿Los gorriones, asesinos de polillas? ¿Asesinan las salamanquesas a los mosquitos que se comen?
Cuando intentamos explicar un fenómeno natural debemos ser cuidadosos en el uso del lenguaje. De lo contrario, podremos ser mejores o peores imitadores de Esopo o La Fontaine, pero no comunicadores científicos. Y, lo que es más grave, estaremos contando falsedades.

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