Puede
que sea deformación profesional. Soy biólogo por formación inicial y eso, de lo
que no reniego, me puede suponer un sesgo en mi percepción de ciertos textos
divulgativos. Ya me voy acostumbrando a la redundancia de expresiones como herencia genética (en un contexto de
ciencias biológicas no hay otra herencia) o mutación
genética (igual que en el caso anterior). Acepto, desde mucho tiempo antes,
la selva amazónica como farmacia, las mitocondrias como horno o cocina y el ADN
como libro, por no hablar de las abejas reinas
o las hormigas obreras. Las
metáforas, pleonasmos y otras figuras literarias son necesarias cuando se trata
de hacer divulgación científica y, a veces, incluso en el mismo lenguaje
científico. Eso no significa que todas sean igualmente afortunadas, pero, nos
guste o no a quienes tenemos una formación científica de base, no podemos
prescindir de ellas si queremos hacer llegar la ciencia al mayor número posible
de personas.
Naturalmente,
el uso de figuras literarias encierra peligros, todos ellos relacionados con la
posibilidad de desvirtuar el contenido científico que se quiere transmitir. A
menudo, intentando comparar un rasgo de los seres vivos con otro de las
sociedades humanas (redundancia discutible esta última, pero ésa es otra
cuestión) terminamos por antropomorfizar
la naturaleza, otorgando calificaciones morales a acciones animales como la
depredación o el parasitismo.
Estoy cansado de oír llamar asesinas a las orcas por el simple hecho de alimentarse de
pingüinos. En castellano, asesinar
significa “matar a una persona con premeditación y alevosía”. Las connotaciones
anteriores son las que hacen que, en un contexto humano, un asesinato sea
éticamente inaceptable y, por tanto, objeto de grave sanción en todos los
códigos penales del mundo. No creo que la simple depredación pueda equipararse
a un asesinato, por la sencilla razón de que la conducta predatoria no es una
conducta a la que puedan aplicarse consideraciones éticas. ¿Son las mariquitas
asesinas de pulgones? ¿Los gorriones, asesinos de polillas? ¿Asesinan las
salamanquesas a los mosquitos que se comen?
Cuando
intentamos explicar un fenómeno natural debemos ser cuidadosos en el uso del
lenguaje. De lo contrario, podremos ser mejores o peores imitadores de Esopo o
La Fontaine, pero no comunicadores científicos. Y, lo que es más grave,
estaremos contando falsedades.
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