El artículo publicado por Carlos M. Duarte en The Huffington Post suscita en mí
importantes acuerdos y desacuerdos.
Acuerdos: En primer lugar, la importancia de la cooperación
y la necesidad de fomentar este valor social frente a la competitividad
imperante. También estoy de acuerdo en constatar que nuestra sociedad presenta
unos niveles de solidaridad entre miembros de familias extensas, vecinos, etc.
que nos permiten aguantar y superar muchas situaciones sociales difíciles. Por
cierto, me temo que este rasgo de nuestra sociedad es aprovechado por poderes
económicos y políticos para tensar más y más la cuerda de los recortes
sociales.
Desacuerdos: la extrapolación directa de situaciones
naturales a la sociedad. Lo hizo Spencer (darwinismo social) con la
competencia, y justificó el capitalismo salvaje. Lo hizo Kropotkin (anarquismo
naturalista) con la cooperación, y seguimos esperando alguna confirmación de
sus hipótesis. En mi opinión, si valoramos la cooperación en las sociedades
humanas, no es porque se dé ampliamente en las interacciones entre seres vivos
en un ecosistema, porque entonces también habría que valorar en nuestras
sociedades la competitividad, el parasitismo, la depredación, etc., todas ellas
igual de naturales y extendidas. Más bien, los seres humanos, con más capacidad
de elección (mayor autonomía moral) que otras especies, "podemos
elegir" la cooperación como
conducta social prioritaria frente a otras posibilidades. Que lo hagamos o no,
es responsabilidad nuestra.
Más importante aún: el artículo rezuma un
"buenismo" que, en mi opinión, dificulta un análisis racional de los
problemas sociales. La idea que preside este enfoque buenista sería: "Si nos unimos todos, si cooperamos fraternalmente, saldremos todos
adelante". Bueno, vale, pero olvidamos algo importante: los intereses
particulares, los egoísmos (tan humanos como el altruismo), la priorización de
la solidaridad de grupo (corporativo, étnico, religioso, nacional, etc.) sobre
la solidaridad humana a secas, y el también muy humano afán de poder y
reconocimiento social, a veces desmedido, incluso patológico.
Como dice el activista francés Hervé Kempf: “Compañeros, hay gente mala”. Y esa gente
– que no son sólo políticos - no va a cooperar con nosotros. Por el contrario,
la vamos a tener enfrente, trabajando activamente por mantener o ampliar sus
privilegios.
En resumen: cooperación, sí, rotundamente. Pero del
conflicto no nos vamos a librar. Antes bien, debemos prepararnos para él.
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