He dudado mucho antes de escribir esta entrada. La causa de mis dudas no es otra que el vínculo entre este blog y parte del alumnado del IES Ramón del Valle-Inclán, de Sevilla. Al ser un lugar en el que algunos alumnos exponen sus opiniones sobre temas científicos y ambientales, yo me he abstenido de publicar las mías, al menos las que pudieran ser más polémicas, para evitar cualquier posible influencia de éstas sobre mi alumnado. Y el calentamiento global es, sin duda, una cuestión polémica.
Pero también es muy importante desde el punto de vista humano, sobre todo para aquellas comunidades que sufrirán -que están sufriendo ya- más duramente las consecuencias negativas del calentamiento. Por otra parte, este asunto es uno de los mejores ejemplos de las intrincadas relaciones entre ciencia, economía y sociedad, y éste sí que es un tema del que me tengo que ocupar como profesor de Ciencias para el Mundo Contemporáneo y Ciencias Ambientales.
Todo ello me ha decidido finalmente a escribir algunos comentarios sobre el calentamiento global y la "Cumbre de Copenhague". Estos comentarios -debe quedar muy claro - reflejan exclusivamente mis opiniones personales, y no debe adjudicárseles ninguna relación com el IES Ramón del Valle-inclán ni con su alumnado.
1.- ¿La cumbre de Copenhague ha sido un fracaso? Para evaluar sus resultados debería bastar con comparar estos con los objetivos que se había propuesto sus organizadores y los participantes de más peso. Los objetivos declarados por todos ellos eran llegar a un acuerdo de reducción de emisiones de gases de efecto invernadero (en adelante, GEI) vinculante para todos los principales estados emisores. Un acuerdo que, además, debería incluir cifras mucho más ambiciosas que la reducción propuesta en Kyoto (un 5.2% respecto a las emisiones de 1990) aunque, en este punto, la unanimidad no era tan absoluta. Por último, las propuestas de partida incluían, como en todo acuerdo digno de tal nombre, unos plazos precisos para su cumplimiento, así como unos mecanismos de seguimiento y verificación.
Pues bien, los resultados finales de dicha cumbre consisten en que no se ha llegado a ningún acuerdo con cifras concretas de reducción, plazos concretos de ejecución, ni mucho menos un carácter vinculante para los estados. Así pues, un fracaso.
2.- Fracaso ¿de quien? El mismo día en que se clausuraba la conferencia, Dª Elena Espinosa, ministra de Medio Ambiente, Rural y Marino, respondió a esta misma pregunta en una entrevista radiofónica sin dudar ni un segundo: según la Sra. Ministra, ha fracasado la ONU. Cuando la escuché, me quedé estupefacto. ¿Los estados que emiten más gases de efecto invernadero? ¿Los que llevan dos siglos emitiéndolo, desde la primera revolución industrial? ¿Los grandes devoradores, pasados y presentes, de petróleo, carbón y gas natural, que nos han llevado a la situación actual? No, ninguno de ellos merecía el más mínimo reproche por parte de nuestra ministra. Sólo la ONU era responsable del fiasco.
Pues bien, la ONU ha sido la única entidad que, a nivel internacional , se ha preocupado, desde hace 20 años, de financiar el mayor colectivo internacional de científicos (el IPCC) para que estudien en profundidad, y desde todos los puntos de vista, este problema, y publicando cada cinco años un estudio riguroso y exhaustivo sobre esta cuestión. la ONU es también quien se ha preocupado de convocar, una y otra vez desde años antes de Kyoto 97, a todos los estados para tratar de que lleguen a un acuerdo multilateral de reducción de emisiones. Ahora bien, la capacidad ejecutiva, que yo sepa, la siguen teniendo los estados representados por sus gobiernos. Son estos quienes deciden firmar o no firmar, hacen propuestas y contrapropuestas, cumplen o no cumplen, etc.
Algún asesor debió soplarle esto a la ministra, porque el pasado día 27, en una entrevista en el diario Público, cambió de chivo expiatorio, descargando la responsabilidad del fracaso -eso sí, con la inestimable ayuda de los entrevistadores, que le sugirieron la respuesta con sus preguntas -sobre Bolivia y Venezuela, esas colosales potencias mundiales, superindustrializadas y responsables, como todo el mundo sabe, de que tras doscientos años de derrochar petróleo, carbón y gas, hayamos llegado a la situación actual. ¡Y a mi que me enseñaron de pequeño que a quien tiene más poder hay que exigirle más responsabilidad!
3.- El primer paso. Éste es el argumento que más se está utilizando en los medios de comunicación para maquillar el fracaso de la reciente cumbre. Copenhague habría supuesto, al menos, un primer paso en la difícil y larga búsqueda de un acuerdo que permita mitigar (atención a este verbo; ya no se habla de evitar) el alcance y las consecuencias del calentamiento.
Pero si Copenhague ha sido un primer paso, entonces ¿qué fue el Protocolo de Kyoto en 1997? ( y allí sí que se alcanzaron compromisos vinculantes, con cifras y plazos), ¿y Río de Janeiro en 1992? ¿y todas las reuniones COP auspiciadas por la ONU? ¿Cuántos primeros pasos hemos dado ya, mientras las emisiones de GEI crecen a razón de 3 ppm por año, mientras que hace sólo una década crecían a 2 ppm anuales? ¿Será México 2010 otro primer paso que sumar a la lista? Por favor, no ofendan ni a la inteligencia ni a la sensibilidad de los ciudadanos.
En una entrada próxima abordaré dos cuestiones que seguramente rondan la cabeza de los que hayan leído esto: las causas del fracaso y qué podemos hacer los ciudadanos ante esta situación.