jueves, 18 de septiembre de 2008

¿VACUNA CONTRA EL CÁNCER?











El origen de esta entrada está en un debate que tuvimos en clase de 1º de Bachillerato el curso pasado. En él hice una afirmación lapidaria: “No puede existir una VACUNA CONTRA EL CÁNCER, así, con mayúsculas”, y prometí explicarla más adelante. Con bastante retraso, intentaré aclarar, justificar y matizar tan categórica afirmación.
Comencemos por las matizaciones. Por supuesto, como toda frase lapidaria, ésta no debe tomarse al pie de la letra, y así lo advertí en su momento. En primer lugar, porque sí hay vacunas contra algunos tipos de cáncer. El caso más publicitado quizá sea el de la vacuna contra el virus del papiloma, vacuna que indirectamente protege contra el cáncer de cuello de útero. Pero, desde el punto de vista científico, ésta no es más que una excepción (muy importante, eso sí, para quienes pueden padecerlo), pues son pocos los cánceres de origen vírico. Y, lo que es más importante, de la inmunización, no siempre exitosa, contra este virus a la creación de “una vacuna” que prevenga todo proceso canceroso media, por desgracia, una enorme distancia.
También podría pensarse que el sentido de la dichosa frasecita hace referencia al concepto tradicional de vacuna, como preparado que inmuniza frente a antígenos exógenos. Éstos son habitualmente moléculas situadas en las envueltas exteriores de todo tipo de microorganismos: bacterias, hongos, protozoos, virus… En realidad, una supuesta vacuna contra el cáncer inmunizaría contra antígenos situados en la membrana plasmática de las propias células tumorales del paciente… antes de que éstas aparecieran. Para que tal vacuna funcionara, sería requisito fundamental que se conociera previamente alguna molécula que, producida exclusivamente por los genes que se activan en las células tumorales, se dispusiera en la cara externa de la membrana plasmática, como hacen los antígenos de, por ejemplo, una bacteria o un virus. Entonces se podría intentar estimular a nuestro sistema inmune a que fabricara anticuerpos contra estos antígenos, como sucede en cualquier proceso de vacunación, con la única diferencia de que, en esta ocasión, la “diana” (el antígeno a bloquear) procede del interior de nuestro propio organismo.
El problema principal de esta estrategia de investigación es que no existe tal “diana” (al menos, no se conoce por ahora), sino que existen muchas distintas. La mayoría son específicas de cada clase de tumor, de cada tipo de crecimiento tumoral e incluso de individuos. Dicho de otro modo, el problema de una posible “vacuna contra el cáncer” es que no existe “el cáncer”, sino multitud de cánceres, cada uno con sus propios antígenos tumorales, que es como llaman los especialistas a estas moléculas específicas de cada tumor, y a veces algunas de ellas son diferentes incluso de un individuo a otro. Hay que decir, sin embargo, que todos los tumores malignos tienen algunos rasgos comunes: reproducción incontrolada de sus células, metástasis, etc.
En términos más técnicos diríamos que cada enfermo (incluso cada tumor en un mismo enfermo) tiene un perfil oncogenético distinto, es decir, un conjunto diferente de genes que se activan e inactivan en sus células tumorales, y que da lugar a una batería de antígenos distinta. Esto hace muy difícil que un único tratamiento pueda inmunizar contra cualquier crecimiento tumoral, como debería hacer una “vacuna contra el cáncer”.
Sin embargo, la situación no es, ni mucho menos, tan negativa como parece deducirse de lo anterior. Una prueba de que se han producido y se producen grandes avances la podéis encontrar leyendo un artículo aparecido en Investigación y Ciencia en Agosto de esta año. En él se describe el descubrimiento, en los últimos años, de muchos genes cuya función alterada origina el comportamiento agresivo de las células tumorales en el cáncer de mama. Aunque faltan aún muchos por descubrir, llama la atención el hallazgo, este mismo año, de un gen (SATB1) que regula la acción de más de mil (sí, he dicho mil) genes implicados en las metástasis del cáncer de mama. La proteína producida por este gen podría ser una excelente diana para medicamentos, y en esta dirección se está investigando.
En definitiva, una - y sólo una – de las estrategias más prometedoras en la lucha contra esta enfermedad consistiría en elaborar el perfil genético de cada persona y atacar, mediante distintos tipos de fármacos, los productos de aquellos genes que tienen una conducta anómala en ese caso específico (persona – tumor) o incluso anticiparse a su acción tumoral. Esto último constituiría algo parecido a una “vacuna”, eso sí, contra esa clase específica de tumor.
Estamos aún lejos de saber todo lo necesario para conseguirlo, pero avanzamos, avanzamos,… Sin duda, esta empresa es digna de que los jóvenes investigadores, actuales o futuros, comprometan su talento en ella.

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