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La posición de la ciencia en la sociedad es un tema que nos preocupa cada vez más debido a su poca popularidad entre las personas de nuestro entorno. Día a día la sociedad avanza con el fin de conseguir un mayor bienestar, trabajando duro para disfrutar de los beneficios que esto pueda aportarnos. Nacemos, crecemos, estudiamos para formarnos como hombres y mujeres de bien, para después colocarnos en un buen puesto de trabajo que nos permita vivir cómodamente, formar una familia y vuelta a empezar. Pero casi nunca nos detenemos a pensar que seguramente todo esto no sería posible sin la ciencia. Es ella la que avanza cada día para ayudar a la humanidad a seguir adelante, investigando sin parar, obteniendo beneficios de los que pocas veces nos enteramos, o incluso a veces, no queremos enterarnos.
Si esto es así, entonces ¿por qué este rechazo a la ciencia? ¿Por qué interesa tan poco en los temas de conversación de las personas? ¿Es que es algo surrealista? ¿Tan fuera de nuestro alcance que todos hacen oídos sordos?
La ciencia se preocupa por la exploración de la naturaleza, por la comprensión de los fenómenos naturales y por la constante extensión del conocimiento de cuanto ocurre a nuestro alrededor. Pero es la aplicación de los conocimientos adquiridos con esas exploraciones científicas lo que permite que nuestra vida diaria pueda llegar a beneficiarse de una manera práctica.
Los descubrimientos científicos hacen posible un avance constante de las ciencias aplicadas, causa de cambios continuos y de una perfección cada vez mayor de la tecnología. Y a la inversa: los problemas con que se encuentra el tecnólogo al aplicar la información científica disponible estimulan, retan y guían constantemente al científico. Por consiguiente, al descubrir las limitaciones en la aplicación de los conocimientos científicos y al mostrar cuáles son los campos en que hay que aumentarlos para que avance la tecnología, el tecnólogo ayuda al científico en la organización de nuevas investigaciones.
La ciencia es un viaje de descubrimiento sin fin, un continuo aventurarse en lo desconocido, una búsqueda para conocer y comprender el mundo en que vivimos. Ha llevado a los hombres a países muy lejanos y lugares salvajes, e incluso hasta la Luna. Ha descubierto nuevos mundos fascinantes dentro de las cosas más corrientes: una flor al lado del camino, un guijarro brillante, un copo de nieve. Nos ha llevado en la imaginación, a través del telescopio, microscopio y otros instrumentos científicos, a lugares y formas de vida absolutamente remotos: a la profundidad del espacio exterior y el reino de las galaxias; al infernal mundo subterráneo unos cuantos kilómetros por debajo de nuestros pies; al movimiento perpetuo de las moléculas, átomos, núcleos y electrones; a la imagen de la perfección misma, en cristales; a los períodos glaciares y, mucho más atrás en el tiempo, a la era de los dinosaurios, hasta aquellas primeras criaturas vivientes y hasta lo que fueron los verdaderos principios de la propia Tierra; y también nos ha llevado hasta el mundo interior de la célula biológica, maravillosamente autosuficiente.
Por eso, señoras y señores, es nuestro deber defender nuestra opinión y la de muchas personas que como nosotros pensamos que la ciencia es el más portentoso descubrimiento que el hombre ha hecho jamás, desde la invención de la rueda, hasta teléfonos móviles tan pequeños como una falange de nuestra mano. Ayudemos a que esta aventura colectiva siga adelante, a que más y más personas ayuden al mundo con su capacidad y conocimiento, y no nos conformemos, como decía recientemente un novelista de enorme prestigio, con saber que “beber lejía mata”.
Recuerden: sin la ciencia, jamás hubiera habido pasado ni historia que contar, ni, por supuesto, tampoco futuro que vivir.
Laura Gutiérrez Gil.
Alumna de 1º Bachillerato A.
I.E.S. Ramón del Valle – Inclán, Sevilla.