Hace pocos días he leído este libro, que, aunque no es muy reciente, me parece un buen ejemplo de divulgación científica de calidad aplicada al calentamiento global. El análisis de sus aspectos positivos y negativos me da pie a exponer al tiempo algunas de mis ideas (nada originales, por cierto) sobre cómo actuar frente a este complejo y acuciante asunto.
He dividido mi escrito en
tres partes, que publicaré por separado:
1. Un sumario, en el que
sintetizaré mi valoraciones positivas y negativas, y avanzaré mi opinión global
sobre el libro y el tema del que trata: el cambio climático.
2.Una relación comentada
de aspectos positivos del libro.
3. Lo mismo, pero para
los aspectos negativos. Terminaré con una breve conclusión.
1. Sumario.
El libro de A. Escrivà ha suscitado en mi opiniones y sentimientos
positivos y negativos a la vez. En síntesis, creo que su lectura es
recomendable, pero seguramente en función de las características del público
lector.
Algunos aspectos de su contenido me parecen muy acertados, seguramente (y
perdónenme si esto parece pueril o inmodesto) porque coincide con algunas de
mis ideas o – en algún caso -de mis más oscuras intuiciones. Por ejemplo, el
reconocimiento de que hablar de cambio climático es hablar de casi todo
(incluso me parece que se queda corto), o que la idea de cambio en el mundo
natural es difícil de asimilar por muchas personas, algo que ya se sabe en la
didáctica de las ciencias desde hace
tiempo. También encuentro positivo su distanciamiento de los dos polos
entre los que nos movemos al comunicar sobre cambio climático y sus
consecuencias: la autocomplacencia happyflower del “muchas pequeñas
acciones por muchas personas …” y el catastrofismo aguafiestas del cenizo a
quien nadie hace caso. De todas maneras,
esto habrá que matizarlo bastante en otro escrito.
Refiriéndome a detalles más concretos, también me parece positiva su
presentación del concepto de forzamiento radiativo, crucial para
comprender el origen antrópico del calentamiento actual, o su explicación –
aunque creo que insuficiente – de lo que es el IPCC. Por último, encuentro muy
interesante el que se haga eco de la relación que muchas personas establecen
entre el mal llamado “agujero” de ozono y el efecto invernadero, algo que
conoce cualquier docente que haya trabajado este tema en los diversos niveles
educativos. Merece la pena seguir la pista a los trabajos de A. Meiras a los
que el autor hace referencia.
En cuanto a los aspectos negativos, destacaré solamente uno: sin decirlo explícitamente, el libro deja traslucir una cierta desconfianza en la capacidad de las personas para actuar colectivamente con objeto de frenar o mitigar el actual calentamiento global. Más concretamente, detecto esta desconfianza en el campo de la educación, junto a un aparente desconocimiento de lo que se ha hecho y se hace en este ámbito.
Volviendo al tema de la asociación entre agujero de ozono y cambio climático,
y lo que esto revela sobre las ideas de mucha gente acerca de cuestiones
ambientales, estoy convencido de que, por su importancia educativa y divulgativa, merece un artículo aparte. Los hay muy interesantes en las
revistas de didáctica de las ciencias, y seguramente volveré a ello en otro
escrito.
Rubén Nieto.
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