El nervio laríngeo recurrente es una ramificación del nervio vago que, saliendo del cráneo, inerva la laringe. La trayectoria que sigue este nervio es totalmente absurda e impropia de cualquier diseñador. Primero desciende, dentro del nervio vago, hasta las proximidades del arco aórtico y, por tanto, del corazón. Allí, en pleno tórax, se separa del vago, gira 180º sobre si mismo y asciende en sentido opuesto a su trayectoria anterior hasta llegar a la laringe, su destino final. El rodeo que ha dado nuestro nervio es de unos 25 cm, y en una jirafa adulta, de casi 5 metros. ¿Cómo dar cuenta de este sinsentido? Veamos una explicación evolutiva.
Si observamos este nervio en los peces - los vertebrados más antiguos según el registro fósil y que carecen de cuello - vemos que se dirige directamente a los arcos branquiales, es decir, a las agallas. Aceptando que los mamíferos, como todos los vertebrados terrestres, descienden de los peces, en un proceso evolutivo que se desarrolló a lo largo de unos 300 millones de años, podemos imaginar fácilmente cómo los pequeños y graduales alargamientos de cuello se corresponderían con alargamientos semejantes del nervio vago.
Cuando este proceso hubiera conducido a animales de cuello largo, es evidente que lo ventajoso desde todos los puntos de vista (coste energético, fisiología, posibles enfermedades y lesiones,...) sería cambiar el diseño y elegir un "atajo" anatómico para evitar ese enorme rodeo. Pero si en lugar de diseñador hubiera un proceso de cambio gradual por selección natural, cada uno de los minúsculos alargamientos con base genética no tendría apenas coste, y seguramente presentaría mayores ventajas. El resultado final: una estructura chapucera que ningún ingeniero diseñaría, pero que se explica satisfactoriamente si apelamos a un cambio progresivo ejecutado por la ciega selección natural.
La extraña trayectoria de este nervio es uno entre los muchos fenómenos que contradicen la idea de unos seres vivos tan perfectamente diseñados, que sólo pueden explicarse por la acción consciente de un diseñador. Por el contrario, muchas estructuras anatómicas parecen hechas chapuceramente, con retales de otras, con un derroche inexplicable de medios, funcionando muy lejos de su óptimo, etc. El gran biólogo J.B.S.Haldane decía con socarronería que si la naturaleza es producto de un creador, éste muestra una inmoderada pasión por los escarabajos, pues se conocen más de 400.000 especies de estos insectos. A ello podríamos añadir que el diseñador tendría frecuentes despistes, caprichos, momentos de poca inspiración,... a juzgar por los resultados. ¿No es más sensato intelectualmente aceptar la explicación evolutiva?