Elisabeth Blackburn, Carole Greider y Jack Szostack han recibido el Premio Nobel de Fisiología y Medicina por sus descubrimientos acerca de los telómeros y la telomerasa. Estos hallazgos son un ejemplo de cómo un problema propio de la ciencia básica, sin ninguna aplicación inmediata, desemboca en una investigación de gran importancia para la medicina y la calidad de la vida humana.
Hacia los primeros años 80, muchos biólogos moleculares intentaban resolver el enigma de por qué los extremos de los cromosomas no se “deshilachan” en las sucesivas divisiones celulares, con el consiguiente daño grave para las células. En 1982, Blackburn y Szostack caracterizaron los telómeros –extremos de los cromosomas- como secuencias de ADN no codificante (no contiene información sobre ninguna característica del organismo) que “sella” los extremos de cualquier cromosoma. Cuando éste se duplica, después de cada división celular, el telómero se acorta ligeramente. Esto marca un límite al número de veces que una célula se puede dividir y, por tanto, a la duración de cada linaje celular. Bien mirado, este fenómeno asegura que nuestras células no sufran un deterioro genético progresivo ni proliferen más de lo debido, al tiempo que pone fecha de caducidad a la vida de nuestros tejidos y órganos.
Poco tiempo después de este descubrimiento, Greider, que por entonces trabajaba bajo la dirección científica de Blackburn, , encontró una enzima que alargaba los telómeros, retrasando su desgaste. La telomerasa –así se llama esta enzima- previene, por tanto, de un envejecimiento celular excesivamente rápido. Poco después se demostró que las células tumorales – caracterizadas por dividirse sin freno, invadiendo otros tejidos y órganos – tienen la telomerasa sobreactivada. Por otro lado, aquellas células cuya telomerasa no funciona adecuadamente a causa de una mutación, envejecen y mueren prematuramente.
¿Aplicaciones médicas de estos sorprendentes hallazgos? Actualmente se están experimentando algunas sustancias que bloquean la actividad de la telomerasa en células cancerosas, deteniendo o frenando el crecimiento tumoral. De confirmarse la eficacia de estas moléculas, podríamos estar ante posibles nuevos tratamientos antitumorales. En cuanto al alargamiento de la vida celular, las investigaciones están menos adelantadas.
En cualquier caso, si hay una lección que pueda extraerse de estos hallazgos, es que la tradicional división entre ciencia básica (la que se hace por curiosidad, por amor al conocimiento) y ciencia aplicada (la que se hace buscando la utilidad práctica del descubrimiento) quizá no tenga mucho sentido.
Hacia los primeros años 80, muchos biólogos moleculares intentaban resolver el enigma de por qué los extremos de los cromosomas no se “deshilachan” en las sucesivas divisiones celulares, con el consiguiente daño grave para las células. En 1982, Blackburn y Szostack caracterizaron los telómeros –extremos de los cromosomas- como secuencias de ADN no codificante (no contiene información sobre ninguna característica del organismo) que “sella” los extremos de cualquier cromosoma. Cuando éste se duplica, después de cada división celular, el telómero se acorta ligeramente. Esto marca un límite al número de veces que una célula se puede dividir y, por tanto, a la duración de cada linaje celular. Bien mirado, este fenómeno asegura que nuestras células no sufran un deterioro genético progresivo ni proliferen más de lo debido, al tiempo que pone fecha de caducidad a la vida de nuestros tejidos y órganos.
Poco tiempo después de este descubrimiento, Greider, que por entonces trabajaba bajo la dirección científica de Blackburn, , encontró una enzima que alargaba los telómeros, retrasando su desgaste. La telomerasa –así se llama esta enzima- previene, por tanto, de un envejecimiento celular excesivamente rápido. Poco después se demostró que las células tumorales – caracterizadas por dividirse sin freno, invadiendo otros tejidos y órganos – tienen la telomerasa sobreactivada. Por otro lado, aquellas células cuya telomerasa no funciona adecuadamente a causa de una mutación, envejecen y mueren prematuramente.
¿Aplicaciones médicas de estos sorprendentes hallazgos? Actualmente se están experimentando algunas sustancias que bloquean la actividad de la telomerasa en células cancerosas, deteniendo o frenando el crecimiento tumoral. De confirmarse la eficacia de estas moléculas, podríamos estar ante posibles nuevos tratamientos antitumorales. En cuanto al alargamiento de la vida celular, las investigaciones están menos adelantadas.
En cualquier caso, si hay una lección que pueda extraerse de estos hallazgos, es que la tradicional división entre ciencia básica (la que se hace por curiosidad, por amor al conocimiento) y ciencia aplicada (la que se hace buscando la utilidad práctica del descubrimiento) quizá no tenga mucho sentido.