Hace algo más de un año escribí sobre este mismo tema. Lamento insistir, y espero no repetirme demasiado. Confío en que este post complemente el anterior.
Cuando participamos en una determinada acción ciudadana masiva, conseguir su propósito declarado no siempre es posible. Sin embargo, nuestra participación puede tener otras finalidades: reconocerse en el grupo humano (y cohesionarlo), conocer otras personas afines a uno mismo, amplificar nuestra pequeña voz individual, hacer que el tema llegue a mucha más gente y sea objeto de debate público, ... y, claro está, hacer lo que es justo.
A
menudo oímos decir que “no sirven para nada”, “no se nos
escucha”, “la población ausente es mucho mayor” y otras
objeciones, con frecuencia bienintencionadas. Tal vez sea el momento
de recordar que los objetivos de estas expresiones de la voluntad
ciudadana (rechazos, reclamos o simplemente deseos colectivos) suelen
ser más complejos y variados. Algunos de estos objetivos pueden ser:
1.
Mostrar el rechazo hacia algo o alguien: una norma, un
responsable público, una estrategia política, una determinada
medida, etc. Este parece ser el objetivo más obvio y el que, con
cierta probabilidad, no se alcance, al menos de entrada. Es probable
que una acción ciudadana no consiga cambiar el curso de los hechos,
aunque no siempre es así. Sin embargo, hay que decir que muchos
participantes no son tan ingenuos como para pensar que esta sea su
única razón.
2.
Reconocerse en un grupo de semejantes con los que se comparte un
sentimiento, un anhelo o una determinada visión acerca de algún
asunto público, que atañe a un buen número de personas. Tener la
certeza física de que otras personas piensan y sienten como uno
mismo es reconfortante. En este sentido, los actos masivos dan
cohesión a los grupos humanos.
Además,
estos actos permiten a menudo conocer de primera mano cómo se
organizan las personas y grupos participantes, cuáles son sus puntos
de vista, y, en definitiva, aproximarse a distintos colectivos, más
allá de la visión a menudo distorsionada que nos presentan los
grandes medios de comunicación.
3.
Amplificar nuestra voz como individuos, darle un lugar en la vida
social. En resumen, “crear noticia”. Esto permite que
nuestros reclamos lleguen a muchas más personas que posiblemente, en
sus hogares y trabajos, piensen y sientan de manera parecida a la
nuestra.
Así,
el objetivo declarado de la acción social pasa a estar en mitad de
la plaza pública, o a estar aún más presente que antes. Esto
obliga a muchos individuos, organizaciones, representantes políticos,
etc. a pronunciarse, contrarreplicar o, simplemente, cobrar
conciencia de la cuestión que estas acciones ponen sobre la mesa.
Los movimientos con alto componente reivindicativo (feministas y
ecologistas, por ejemplo) saben muy bien de la función
“concienciadora” y de amplificación social de sus propuestas.
Generalmente, estas son recibidas con escepticismo por gobiernos y
parte de la ciudadanía, pero a los pocos años son adoptadas por
unos y otra, a veces con tanta amnesia como entusiasmo.
4.
Dejo para el final lo que para algunos puede ser lo más
importante: la motivación ética. Creo que muchas personas
estarán de acuerdo en que debemos hacer lo que es justo, sea lo que
sea lo que este adjetivo signifique. El paso del tiempo ayuda a poner
esta motivación en perspectiva. Mientras sucede el horrible
genocidio de Gaza, se repite mucho en las redes sociales algo
parecido a esto: “Cuando tus nietos conozcan la historia de estos
hechos, puede que te pregunten qué hiciste tú para contribuir a
evitarlos. ¿Qué les dirás?” Creo que no hacen falta comentarios.
Por
último, hay dos cuestiones que me preocupan especialmente. En primer
lugar, a veces sucede que las acciones sociales alcanzan alguno de
sus propósitos declarados, pero no de manera inmediata. Por ejemplo,
y volviendo al horror de Gaza, en mitad de la masacre alguien comentó
en las redes, de una manera muy cruda, “puede que con nuestras
acciones en Europa no podamos evitar los muertos de esta noche, pero
tal vez sí los de dentro de cinco meses”. La frase es tremenda,
pero ilustra la utilidad a largo plazo de medidas que parecen ser
inoperantes en el corto.
Por
otra parte, la Biología Evolutiva nos muestra que en la
“programación por defecto” de nuestro cerebro se prioriza la
atención al futuro inmediato – muy adaptativa para nuestros
antepasados – sobre las cuestiones del largo plazo. Espero que no
se me malinterprete en términos de determinismo biológico grosero.
El mismo cerebro es un órgano tan versátil que con un entrenamiento
adecuado (interacción social, educación) puede superar esta
programación por defecto. Sin embargo, deberíamos reconocer que
aquí encontramos un importante obstáculo para cualquier objetivo
social que se pretenda alcanzar a través de la acción colectiva. Es
posible que las agencias publicitarias y los medios de comunicación
masivos puedan darnos alguna lección al respecto.
Rubén Nieto.