Acabo de terminar un curso de verano de la Universidad de Cádiz, titulado Remedios para un planeta en crisis. Como aún lo tengo muy fresco en la memoria, expondré algunas consideraciones sobre el mismo.
Empezaré por mis impresiones
positivas. En primer lugar, me
sorprendió agradablemente observar que la lista de temas tratados en estos
días es una parte importante de la de
cuestiones abordadas a lo largo del currículo de Educación Ambiental en la ESO
y el Bachillerato: reducción de la biodiversidad, transición energética,
agotamiento de recursos naturales (minerales, hídricos, pesqueros, etc.),
calentamiento global, residuos tóxicos persistentes, contaminación de aguas,
etc. Es cierto que faltaron otras de igual importancia, pero reconozco que,
como carta de presentación del curso, no está nada mal.
Al tratar estos temas me vinieron
a la memoria especialmente dos asignaturas que he impartido durante muchos años
en Bachillerato. Una de ellas era la titulada Ciencia para el Mundo
Contemporáneo (CMC), que durante unos diez años fue materia obligatoria
para todos los itinerarios (Biosanitario, Ingeniería, Humanidades, Ciencias
Sociales) de Bachillerato. La otra era Ciencias de la Tierra y
Medioambientales, que, durante más tiempo que la anterior, fue materia de
modalidad en Segundo Curso de
Bachillerato. Además, los contenidos ambientales antes citados han ocupado, y
todavía ocupan un lugar importante en los currículos de varias asignaturas de
ESO y Bachillerato.
Es importante resaltar que la
existencia de las dos materias antedichas implicaba también un rico entramado
científico y didáctico: programaciones, hipótesis de progresión didáctica,
diseño de variadas actividades (desde debates y juegos de rol hasta pequeñas
investigaciones de campo y laboratorio, simulaciones, etc.), materiales
variados como libros, revistas, programas informáticos, cursos, simposios y
jornadas de actualización para el profesorado, revistas y foros de discusión
especializados, … en fin, todo un mundillo que giraba en torno a la necesidad
de abordar la riquísima problemática ambiental.
Llegados a este punto, creo necesario decir que cuando hablo de
educación ambiental no hablo de “adoctrinamiento”, sino de una compleja y
fecunda interacción entre alumnado, profesorado, recursos científico-didácticos
y, con frecuencia, otros componentes del currículo.
Pues bien, por motivos en los que
aquí no me voy a extender, en los últimos diez años se ha dado una progresiva
reducción de contenidos ambientales en nuestro sistema educativo, al menos en
ESO y Bachillerato. Esta reducción ha incluido la total desaparición de la asignatura CMC y la casi total de las
CTMA, así como un descenso apreciable de los contenidos ambientales en otras
asignaturas.
Hablaré ahora de algunas
impresiones negativas que este curso ha suscitado en mí.
Comenzaré aclarando que no
pienso, ni mucho menos, hacer una enmienda a la totalidad de este curso. Por el
contrario, creo que ha sido una iniciativa muy positiva, y que
hay que felicitar a sus promotores, así como al coordinador y profesorado del
mismo. Es más, algunas ponencias me han parecido verdaderamente brillantes,
tanto por su originalidad como por la profundidad y rigor de sus
planteamientos, siempre acompañados de un fino humor que se agradece en un tema
tan proclive al catastrofismo. Sucede, sin embargo, que el desarrollo del curso
ha suscitado en mi algunas reflexiones algo más sombrías que las anteriores, y
que me gustaría compartir.
En primer lugar, y tal como
manifesté en un turno de intervenciones, me sorprendió que, en un curso
titulado “Remedios para un planeta en crisis”, la educación – tanto
formal como informal – estuviera completamente ausente de las intervenciones de
los ponentes. Espero que no se me malinterprete; no me refiero a esas proclamas
del tipo “esto es un problema de educación”, “el verdadero cambio empieza por
la educación”, etc. NO. Parto del convencimiento de que las élites dirigentes
(económicas, políticas, mediáticas) afrontarían más eficazmente la crisis
ambiental si se vieran presionadas y vigiladas por una ciudadanía informada,
responsable y, sobre todo, activa. Aquí es donde entra en escena la necesidad
de poner en marcha un entramado de interacciones entre personas, informaciones
y experiencias que es lo que habitualmente se entiende por educación. Insisto
en que esta se debe entender en un sentido amplio, a la vez formal e
informal, inclusivo y duradero.
En mi opinión, un posible debate
sobre la Educación Ambiental (EA, en adelante) como “remedio” – en convergencia
con otros, por supuesto – debería contemplar más bien un continuum que
abarcara la educación escolar, y la alfabetización y divulgación científica.
Dicho de otro modo, un análisis de “lo que hay”, tanto en su vertiente formal
como informal.
El punto de partida para este
debate podría ser - siempre según mi
parecer – la constatación del relativo fracaso de la EA para contribuir al
surgimiento de una ciudadanía formada, responsable y crítica, que intervenga de
manera determinante en las grandes cuestiones socioambientales de nuestro
momento.
En este posible y necesario
debate habría que tener muy presente que cualquier propuesta educativa digna de
tal nombre debería huir de la tentación del adoctrinamiento, por razones
éticas, pero también porque ya hemos visto que no funciona. También debería
mantenerse alejada de cualquier intento de engañar, más o menos astutamente, a
la ciudadanía, pues para eso ya existen
las agencias publicitarias. Debería quizá profundizar en las posibles
relaciones de complementariedad entre el ámbito escolar formal y los ámbitos
informales.
![]() |
Por último, me gustaría
manifestar que la ausencia de la educación ambiental del debate sobre los
“remedios” puede estar asociada a otro fenómeno igualmente preocupante. Me
refiero al hecho de que las personas que de una u otra manera nos dedicamos a temas relacionados con la
crisis ambiental estamos distribuidas en
muchas capillitas o pequeños grupos que trabajan unos a espaldas de otros. Hace falta, en mi opinión, que estos grupos
cooperen, se interpenetren y creen sinergias. Actividades como la que aquí
comento pueden cumplir con este cometido. Reitero mi aplauso y agradecimiento a
organizadores y ponentes, y confío en que, lo antes posible, podamos aunar
esfuerzos para afrontar la crisis ambiental que ya, y no en el futuro, habita
entre nosotros.
Rubén Nieto