martes, 15 de julio de 2025

¿"REMEDIOS" PARA UN PLANETA EN CRISIS? / "SOLUTIONS" FOR A PLANET IN CRISIS?

 

Acabo de terminar un curso de verano de la Universidad de Cádiz, titulado Remedios para un planeta en crisis. Como aún lo tengo muy fresco en la memoria, expondré algunas consideraciones sobre el mismo.

Empezaré por mis impresiones positivas.  En primer lugar, me sorprendió agradablemente observar que la lista de temas tratados en estos días  es una parte importante de la de cuestiones abordadas a lo largo del currículo de Educación Ambiental en la ESO y el Bachillerato: reducción de la biodiversidad, transición energética, agotamiento de recursos naturales (minerales, hídricos, pesqueros, etc.), calentamiento global, residuos tóxicos persistentes, contaminación de aguas, etc. Es cierto que faltaron otras de igual importancia, pero reconozco que, como carta de presentación del curso, no está nada mal.

Al tratar estos temas me vinieron a la memoria especialmente dos asignaturas que he impartido durante muchos años en Bachillerato. Una de ellas era la titulada Ciencia para el Mundo Contemporáneo (CMC), que durante unos diez años fue materia obligatoria para todos los itinerarios (Biosanitario, Ingeniería, Humanidades, Ciencias Sociales) de Bachillerato. La otra era Ciencias de la Tierra y Medioambientales, que, durante más tiempo que la anterior, fue materia de modalidad en  Segundo Curso de Bachillerato. Además, los contenidos ambientales antes citados han ocupado, y todavía ocupan un lugar importante en los currículos de varias asignaturas de ESO y Bachillerato.

Es importante resaltar que la existencia de las dos materias antedichas implicaba también un rico entramado científico y didáctico: programaciones, hipótesis de progresión didáctica, diseño de variadas actividades (desde debates y juegos de rol hasta pequeñas investigaciones de campo y laboratorio, simulaciones, etc.), materiales variados como libros, revistas, programas informáticos, cursos, simposios y jornadas de actualización para el profesorado, revistas y foros de discusión especializados, … en fin, todo un mundillo que giraba en torno a la necesidad de abordar la riquísima problemática ambiental.  Llegados a este punto, creo necesario decir que cuando hablo de educación ambiental no hablo de “adoctrinamiento”, sino de una compleja y fecunda interacción entre alumnado, profesorado, recursos científico-didácticos y, con frecuencia, otros componentes del currículo.

Pues bien, por motivos en los que aquí no me voy a extender, en los últimos diez años se ha dado una progresiva reducción de contenidos ambientales en nuestro sistema educativo, al menos en ESO y Bachillerato. Esta reducción ha incluido la total desaparición de  la asignatura CMC y la casi total de las CTMA, así como un descenso apreciable de los contenidos ambientales en otras asignaturas.

Hablaré ahora de algunas impresiones negativas que este curso ha suscitado en mí.

Comenzaré aclarando que no pienso, ni mucho menos, hacer una enmienda a la totalidad de este curso. Por el contrario, creo que ha sido una iniciativa muy positiva, y que hay que felicitar a sus promotores, así como al coordinador y profesorado del mismo. Es más, algunas ponencias me han parecido verdaderamente brillantes, tanto por su originalidad como por la profundidad y rigor de sus planteamientos, siempre acompañados de un fino humor que se agradece en un tema tan proclive al catastrofismo. Sucede, sin embargo, que el desarrollo del curso ha suscitado en mi algunas reflexiones algo más sombrías que las anteriores, y que me gustaría compartir.

En primer lugar, y tal como manifesté en un turno de intervenciones, me sorprendió que, en un curso titulado “Remedios para un planeta en crisis”, la educación – tanto formal como informal – estuviera completamente ausente de las intervenciones de los ponentes. Espero que no se me malinterprete; no me refiero a esas proclamas del tipo “esto es un problema de educación”, “el verdadero cambio empieza por la educación”, etc. NO. Parto del convencimiento de que las élites dirigentes (económicas, políticas, mediáticas) afrontarían más eficazmente la crisis ambiental si se vieran presionadas y vigiladas por una ciudadanía informada, responsable y, sobre todo, activa. Aquí es donde entra en escena la necesidad de poner en marcha un entramado de interacciones entre personas, informaciones y experiencias que es lo que habitualmente se entiende por educación. Insisto en que esta se debe entender en un sentido amplio, a la vez formal e informal, inclusivo y  duradero.

En mi opinión, un posible debate sobre la Educación Ambiental (EA, en adelante) como “remedio” – en convergencia con otros, por supuesto – debería contemplar más bien un continuum que abarcara la educación escolar, y la alfabetización y divulgación científica. Dicho de otro modo, un análisis de “lo que hay”, tanto en su vertiente formal como informal.

El punto de partida para este debate podría ser  - siempre según mi parecer – la constatación del relativo fracaso de la EA para contribuir al surgimiento de una ciudadanía formada, responsable y crítica, que intervenga de manera determinante en las grandes cuestiones socioambientales de nuestro momento.

En este posible y necesario debate habría que tener muy presente que cualquier propuesta educativa digna de tal nombre debería huir de la tentación del adoctrinamiento, por razones éticas, pero también porque ya hemos visto que no funciona. También debería mantenerse alejada de cualquier intento de engañar, más o menos astutamente, a la ciudadanía, pues  para eso ya existen las agencias publicitarias. Debería quizá profundizar en las posibles relaciones de complementariedad entre el ámbito escolar formal y los ámbitos informales.

Por último, me gustaría manifestar que la ausencia de la educación ambiental del debate sobre los “remedios” puede estar asociada a otro fenómeno igualmente preocupante. Me refiero al hecho de que las personas que de una u otra manera  nos dedicamos a temas relacionados con la crisis ambiental estamos distribuidas  en muchas capillitas o pequeños grupos que trabajan unos a espaldas de otros.  Hace falta, en mi opinión, que estos grupos cooperen, se interpenetren y creen sinergias. Actividades como la que aquí comento pueden cumplir con este cometido. Reitero mi aplauso y agradecimiento a organizadores y ponentes, y confío en que, lo antes posible, podamos aunar esfuerzos para afrontar la crisis ambiental que ya, y no en el futuro, habita entre nosotros.

Rubén Nieto

 
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