A vueltas con las humanidades, y nuevamente de la mano de Marina Garcés, cuyas muy sugerentes ideas no me canso de recomendar.
1. El aparente desinterés de las autoridades educativas (y buena parte de la sociedad, todo hay que decirlo), esconde otra actitud más difícil de detectar: su reubicación en el proyecto capitalista ligado a la cuarta revolución científico-industrial. Según esta hipótesis, uno de los objetivos de este proyecto sería hacer de la inteligencia una fuerza productiva. Una inteligencia múltiple, emocional, en red, … todo lo que se quiera, excepto autónoma.
2. Desde esta perspectiva se estaría construyendo ya la escuela del futuro. Pero quienes la estarían proyectando no son tanto las autoridades educativas como grandes empresas, bancos y think tanks. Hay muchos indicios a favor de esta hipótesis: desde las plataformas educativas online hasta la creciente intromisión de fundaciones “bancarias” en el mundo de la educación formal, pasando por la proliferación de evaluaciones externas. Dejo para otra ocasión el papel que podría jugar la evaluación por competencias.
3. Todo lo anterior explica lo que, en palabras de Marina Garcés, constituye la “creciente desvinculación de las actividades humanísticas respecto de un proyecto colectivo de emancipación” capaz de dar réplica al del capitalismo neoliberal. Esta es la verdadera crisis de las humanidades, mucho más profunda que unas horas de más o de menos en el currículo escolar. Cito nuevamente a Garcés:
“Hemos constatado históricamente que saber más, tener más educación, más información, etc., no nos hace más libres ni éticamente mejores.”
Afirmación tremenda, que muchas personas rechazarían en primera instancia, pero que cuenta con muchas evidencias a su favor. Al menos en el ámbito marcado por la historia europea desde la Ilustración, nunca como ahora hemos sabido tanto sobre la naturaleza y la sociedad, pero nunca como hasta ahora nos hemos sentido tan incapaces de construir un mundo socialmente más justo en un planeta equilibrado.
4. Ante esta situación, ¿qué papel deberían jugar las humanidades? O, como señala Garcés, “¿qué saberes y prácticas culturales necesitamos elaborar, desarrollar y compartir para trabajar por una sociedad mejor en el conjunto del planeta?” En mi opinión, todo programa para construir una educación crítica y alternativa debería partir de esta pregunta.
NOTA IMPORTANTE: Quienes hayan leído estas líneas con un mínimo de atención habrán reparado en el concepto de humanidades que subyace en ellas. No se limitan a los estudios clásicos, literarios, históricos y filosóficos, sino que en ellas ocuparían un papel destacado la Ciencia (¿hay algo más humano que la aventura por comprender el mundo que nos rodea?) y el Arte en todas sus manifestaciones, así como las interrelaciones entre todos estos saberes.