El pasado 22 de febrero, la NASA
anunció el descubrimiento de cuatro exoplanetas que, unidos a los tres ya
descubiertos a finales de 2015, conforman un sistema planetario de 7 planetas
que orbitan en torno a Trappist-1, una enana roja situada a unos 39 años luz. Estos
planetas han sido nombrados con letras de la b (el planeta más cercano a la
estrella) a la h (el más lejano).
La importancia de este
descubrimiento reside en que tres de estos exoplanetas (los llamados e, f
y g) comparten algunas
características con la Tierra, lo cual permitiría pensar en la existencia de
vida en ellos. Estos tres cuerpos son rocosos, tienen un tamaño muy similar al
de nuestro planeta, y además, se encuentran en la llamada zona de habitabilidad
del sistema, la región estelar del sistema en la cual sería posible la
existencia de agua líquida en su superficie, y por tanto, de vida, al no
encontrarse ni demasiado cerca ni demasiado lejos de la estrella.
La distancia a la que se
encuentran de su estrella es mucho menor de la existente entre la Tierra y el
Sol, pero al ser Trappist-1 una enana roja ultra-fría, es necesaria una mayor
cercanía a la estrella para que la posible agua presente en los planetas no se
encontrase en estado sólido permanentemente.
Sin embargo, esto también provoca
inconvenientes para la aparición de la vida, ya que debido a la cercanía de la
estrella, se daría en los planetas el llamado acoplamiento por marea, que haría
que una de las caras de estos cuerpos estuviese siempre mirando al Sol, por lo
que alcanzaría una mayor temperatura, mientras que la otra estaría siempre en
la sombra, con temperaturas más bajas. De esta manera, solo tendría una
temperatura adecuada, similar a la de la Tierra, la franja intermedia entre
ambas caras.
Por otro lado, los planetas
deberían tener un campo magnético y una atmósfera densa para que su superficie
no se viese afectada por los flujos de radiación procedentes de Trappist-1, que
afectarían con gran intensidad a estos cuerpos.
Habrá que esperar al desarrollo y
puesta en práctica de nuevos telescopios más potentes para poder estudiar la
composición de las atmósferas de los exoplanetas. Si en ellas hubiese una
mezcla de gases como oxígeno, metano, ozono o dióxido de carbono, sería muy
posible la existencia de vida en estos cuerpos, ya que estos gases reaccionan
entre sí y desaparecen, por lo que es necesaria algún tipo de actividad
biológica para que estén presentes en la atmósfera.
Aurora Corpas
Miguel Borrego
1º B Bachillerato.
Bibliografía
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