Este es el primero de dos artículos que tratan de presentar, en téminos sencillos y divulgativos, algunos de los efectos del alcohol etílico en nuestro cuerpo. En principio, su público "blanco" debería estar formado por estudiantes de 4ºESO,1º y 2ºBachillerato, junto con su profesorado. No obstante, pienso que puede ser de interés para muchas otras personas. Creo que puede ser considerado como un texto divulgativo de nivel medio-bajo. Cualquier comentario, crítica, observación, matización, etc. será bienvenido.
This is the first of a two-articles series aimed to show some effects of ethanol in our body. Its target public should be made up of 15-17 year-old students and their teachers. Furthermore, it could be also interesting for much more people. Any comment, criticism or opinion will be welcome.
Químicamente, el etanol o alcohol etílico es un compuesto orgánico
relativamente sencillo (H3C-CH2OH) muy extendido en la
naturaleza, ya sea como tal o como producto de distintas fermentaciones que
tienen lugar en multitud de bacterias, hongos y nuestras propias células.
Un compuesto tan ubicuo debe haber propiciado, a lo largo de 3800 millones
de años de evolución, la aparición de alguna enzima[1] que catalice su
descomposición. Así ha sucedido, y la enzima más extendida entre todos los
seres vivos es la Alcohol deshidrogenasa (ADH), con múltiples variantes
propias de los distintos tejidos, órganos y organismos. Para centrar un poco
este escrito, me referiré (salvo advertencia en contra) a los millones de
células que forman nuestro hígado, aunque lo que veamos será casi completamente
aplicable al de un jilguero o un Tyrannosurus rex.
La ADH cataliza (acelera enormemente) la transformación de etanol en acetaldehído.
Esta reacción puede liberar bastante energía, algo que siempre es interesante
para nuestro organismo. El problema, sin embargo, es que el acetaldehído es
mucho más tóxico que el etanol, de ahí que se tenga que eliminar rápidamente.
Esto sucede, en nuestro cuerpo, en las mitocondrias, unos corpúsculos
intracelulares que actúan como verdaderas “cocinas”, en las que transcurren
muchas de las reacciones químicas de nuestro metabolismo. En cuanto a los
órganos de nuestro cuerpo en cuyas células sucede esto con más frecuencia, son
los músculos y, sobre todo, el hígado.
[1] Ya
sabéis, una maquinita molecular que acelera millones de veces una reacción
química. Para cada reacción existe una enzima específica.
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