En el suplemento cultural
Babelia, del diario El País, se ha publicado una entrevista
al biólogo Richard Dawkins, renombrado divulgador de la evolución y ateo
militante. La figura de Dawkins ha trascendido el campo de la ciencia (por eso
aparece en este diario, que últimamente no se prodiga mucho en contenidos
científicos) precisamente por su interés en llevar el pensamiento crítico y
escéptico al campo de la educación. El entrevistador, Ricardo de Querol, nos
recuerda la campaña patrocinada por Dawkins en 2009 que llevó a los autobuses
londinenses anuncios con el lema: “Probablemente no hay Dios. Deja de
preocuparte y disfruta de la vida”.
Lo que me ha parecido
interesante de esta entrevista es su distinción entre agnosticismo y ateísmo,
que no se sale de lo comúnmente admitido. Para Dawkins, como para la mayoría,
un agnóstico no se define con respecto a la existencia de algún tipo de dios. En
general (esto lo añado yo) cree que no es posible saber racionalmente si existe
algún ser divino. En la práctica, esto le lleva a prescindir completamente de
la idea de dios.
Una persona atea, por el
contrario, cree positivamente que no existe ningún tipo de divinidad. Aquí es
donde aparece una dificultad, a la vez lógica y ontológica. ¿Se puede demostrar
la existencia de algo que no es perceptible, ni directa ni indirectamente, a
través de los sentidos? No estamos hablando de un triángulo equilátero o
cualquier otra forma geométrica ideal, sino de un ser del que postulamos su
capacidad creadora y en muchas religiones, su omnisciencia, su omnipotencia y
su providencia.
La cuestiós podría
aclararse con una analogía. Imaginemos el siguiente diálogo entre dos sujetos,
A (ateo) y B (beato):
B: En esta habitación
viven 40 duendes. Son como enanitos traviesos que juguetean sin parar y se nos
suben encima, nos hacen cosquillas, que nos llevan a estornudar,…
A: ¡Un momento! Yo nunca
he visto esos enanitos. Es cierto que a veces toso, estornudo y siento picores,
pero eso se puede explicar de otras maneras.
B: Bueno, lo que pasa es
que los enanitos son invisibles. Por eso no sabes de su existencia.
A: Vale, son invisibles.
Pero, de alguna manera, se podrán detectar. No sé: cámaras de infrarrojos,
microscopios, espectroscopios,… algún dispositivo que permita registrar alguna
de sus propiedades.
B: No. No están hechos de
átomos, es decir, de materia. No absorben ni emiten radiación. No tienen ningún
tipo de energía registrable por ningún aparato. Viajan por el espacio y por el
tiempo a voluntad. No hay manera humana de detectarlos, a no ser, claro está,
que ellos quieran manifestarse a los humanos. Además, tienen más superpoderes
que Superman.
A: No puedo admitir que existan estos duendes que
no puedo percibir.
B: Eres un escéptico materialista, incapaz de
abrirte a la dimensión espiritual de la existencia. Demuestra que los duendes no
existen, si es que eres capaz.
A: Eres tú quien tiene
que demostrar su existencia.
B: ¿Acaso no conoces la
riquísima tradición de apariciones de estos duendes, que se remonta a milenios?
¿No sientes el encantamiento de esta habitación sagrada en la que moran? ¿Por
qué te cierras a la inefable experiencia de entregarte a estos seres
todopoderosos, expresada desde tiempo inmemorial por profetas, místicos y
venerables sabios?
¿Es A quien debe demostrar la inexistencia de los
duendes o, por el contrario, es B quien tiene que demostrar su existencia?
Sea cual sea la respuesta
que demos a esta pregunta, o las contrapropuestas que formulemos, merece la
pena leer a Richard Dawkins, especialmente su libro “El espejismo de Dios”. Analizar sus argumentos, ya sea para aceptarlos o para contraargumentar, nos hará sin duda un poco más sabios.
1 comentario:
Se puede demostrar que los dioses en los que han creído o todavía creen los hombres son el resultado de un proceso de invención cultural puesto que hay multitud de datos históricos, antropológicos, neurológicos, sociológicos y hasta psiquiátricos de cómo y porqué van apareciendo las diferentes religiones. http://diario-de-un-ateo.blogspot.com/2012/07/reflexion-sobre-el-agnosticismo.html
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