Esta entrada se aparta un poco de los temas habituales en este blog, pero ya sabéis que los medios habituales no suelen dar cobijo a estas ideas, así que usaremos algunos medios no habituales.
This post is far away from the common subjects typical in this blog, but, as you may know, the big media don't usually cover these topics. Therefore, we'll employ other media like this one.
Hace poco leí en algún medio digital un artículo acerca de conflictos
sociales y ambientales que afectan al conjunto de la población. Esta
lectura me ha sugerido, por contigüidad de ideas, una
reflexión sobre las razones que pueden llevarnos a acudir a manifestaciones.
Muchas personas, especialmente jóvenes, argumentan la inutilidad de estas
movilizaciones. Al parecer, en una
mayoría de casos, no logran sus objetivos. Esto me ha llevado a enumerar
algunos motivos para asistir a manifestaciones o a otras movilizaciones
relacionadas.. No agoto la lista de
argumentos; por el contrario, he omitido aquellos más utilizados y, por tanto,
conocidos. Los que aquí presento podrían ser algo más originales, al menos en
parte. Allá van:
1. La asistencia a movilizaciones
públicas permite contactar con personas y grupos que comparten parecidas ideas,
opiniones, anhelos, fobias, etc., y que a veces ni siquiera se conocían.
2. Muy en relación con lo anterior, la participación en movilizaciones
tiene una importante función afectiva. Frecuentemente, la presión
unidireccional de los grandes medios – y de quienes se hacen eco de estos
medios – es tan intensa que nos lleva a creernos casi los únicos “raritos” que
sostienen una determinada visión de las cosas. Pues bien, en una concentración
o manifestación uno puede descubrir que no está solo en sus opiniones y
reclamos. No solo hay más gente como nosotros, sino que además la tenemos a
nuestro lado. Puede que seamos minoritarios, pero, al menos, “somos”, y
esto es reconfortante.
3. A veces se consigue una parte de nuestras demandas, especialmente cuando
consideramos las movilizaciones en el marco de estrategias más amplias y
duraderas. Seamos imaginativos: una medida para alcanzar determinado objetivo
puede ser salir a la calle tras una pancarta (aunque no siempre es la más
adecuada), pero hay otras muchas acciones posibles, desde el bloqueo del
departamento de atención al cliente de una gran empresa con miles de
reclamaciones, hasta un serie de charlas y coloquios que creen en cierta
universidad un ambiente favorable a nuestras demandas, pasando por un divertido
pasacalles navideño-reivindicativo en el centro comercial de una ciudad.
4. Luego está, por supuesto, la dignidad. Si no me equivoco,
fue Luther King quien dijo que cuando nuestros descendientes juzguen los
tiempos actuales, no les extrañará el ruido de los malvados, sino el silencio
de las buenas gentes. Ante esto, conviene que nuestros tataranietos no tengan
que preguntarse dónde estuvieron metidos el abuelito y la abuelita cuando
sucedió tal o tal otro dramático acontecimiento.
En resumen, tras todo lo anteriormente expuesto subyace lo que parece una
de las claves de este asunto. Dicho sin rodeos: sentido de lo colectivo versus
individualismo. Puede que el mayor triunfo de las élites económicas,
políticas y mediáticas sea habernos convencido de que es mejor que nos
dediquemos a nuestros problemas individuales, y dejemos de lado lo de todos (lo
público, lo “político”, en el mejor sentido de la expresión). A lo sumo,
podremos relacionarnos uno a uno con nuestros superiores, pero nunca
horizontalmente con nuestros iguales.
En consecuencia, cuando una persona decide participar en algún tipo de
movilización social, como una manifestación, puede equivocarse, obviamente. Sin
embargo, hay un aspecto de su decisión en el que seguramente acierta. Ha
elegido la vía colectiva para la defensa de algún derecho, en sentido amplio:
salud, educación, asistencia social, medio ambiente, derechos relativos a las
mujeres, inmigrantes, etc.(la lista es enorme). Esta asunción de lo colectivo,
esta pertenencia al hilo rojo de quienes trabajan por mejorar nuestro mundo, es
lo que las élites gobernantes no os van a perdonar, lo que les pone de los
nervios. Sin embargo, a algunas personas nos parece un hermoso propósito para
nuestras vidas.
Rubén Nieto.